(Lee al final el estudio un devocional de Salmos 103. Esperamos sea de bendición para ti)
Salmo 103 – Himno de alabanza y gratitud
El Salmo 103 es un himno de alabanza y gratitud a Dios por su bondad, misericordia y perdón. El salmista expresa su corazón agradecido y se regocija en las innumerables bendiciones que Dios otorga a su pueblo.
El salmo comienza con una exhortación personal del salmista a bendecir al Señor. En los versículos 1 al 5, el autor enumera una serie de razones por las cuales debemos alabar y bendecir a Dios. Se enfoca en las bendiciones personales que ha recibido, como el perdón de sus pecados, la sanidad de sus enfermedades y la redención de su vida de la destrucción.
El salmista destaca la compasión y la misericordia de Dios en los versículos 6 al 14. El autor compara la misericordia de Dios con la altura de los cielos sobre la tierra, enfatizando su inmensidad y su capacidad para perdonar los pecados y eliminarlos completamente. El salmista también resalta la compasión paternal de Dios, comparándola con el amor de un padre hacia sus hijos.
En los versículos 15 al 18, el salmista reflexiona sobre la brevedad de la vida humana y la eternidad de Dios. El autor compara la vida del ser humano con la hierba que se marchita y el viento que la lleva. Sin embargo, el salmista afirma que el amor de Dios es eterno y su justicia se extiende de generación en generación.
En los versículos 19 al 22, el salmista se eleva en su alabanza a Dios, reconociendo su soberanía sobre los cielos y la tierra, así como sobre todos los ángeles y seres celestiales. El autor invita a todas las obras de Dios en todos los lugares de su dominio a bendecir al Señor y a alabar su santo nombre.
En resumen, el Salmo 103 es un himno de alabanza y gratitud hacia Dios por su bondad, misericordia y perdón. El salmista expresa su profundo agradecimiento por las bendiciones personales que ha recibido y destaca la compasión paternal de Dios. También reflexiona sobre la brevedad de la vida humana y la eternidad de Dios. El salmo concluye con una invitación a todas las obras de Dios a unirse en alabanza y adoración.
Este Salmo nos enseña la importancia de reconocer y agradecer las bendiciones que Dios nos ha otorgado. Nos recuerda que Dios es compasivo y misericordioso, dispuesto a perdonar nuestros pecados y sanar nuestras enfermedades. También nos insta a reflexionar sobre la brevedad de la vida y buscar a Dios en todo momento. Nos anima a unirnos a la creación entera en alabar y bendecir al Señor, reconociendo su soberanía y su amor eterno.
Devocional:
Como el padre se compadece de los hijos, Se compadece Jehová de los que le temen. (Salmos 103:13)
No hay imagen que retrate mejor la paz que la de un niño dormido. Su rostro sereno y su sueño tranquilo revelan la ausencia de preocupaciones. Un niño pequeño depende totalmente de sus padres y requiere cuidados especiales que nunca podría proporcionar por sí solo. Los padres intentan ofrecer al niño todo lo que necesita, además de ser la primera lección que necesita para aprender que la figura paterna debe ser la representación terrenal del Padre celestial.
Cuando Dios sacó a su pueblo de Egipto, le proporcionó agua, comida, protección, amor y estableció normas. ¿No es eso lo que hacen los padres con sus hijos? Dios mostró «sus obras a los hijos de Israel» (v. 7) como un Padre, ocupándose de todas sus necesidades. Por mucho que el pueblo se comportara como niños rebeldes, cuando se arrepentían, el Señor los perdonaba y los curaba (v.3). Esto es lo que llamamos misericordia y compasión (v.8).
Imagina que un hijo ha desobedecido a su padre. Entonces ese padre mira a su hijo y le dice muy fríamente
– Puedes irte, ¡ya no me sirves para nada!
¿No sería lo correcto intentar corregir al hijo y aconsejarle que no volviera a actuar así?
Nuestro Padre es «misericordioso» (v. 8): «Es misericordioso incluso con los ingratos y malos», dijo Jesús (Lc 6, 35). Y añadió: «Si vosotros, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre, que está en los cielos, dará cosas buenas a los que se las pidan?» (Mt 7,11).
Como nadie, «conoce nuestra estructura y sabe que somos polvo» (v. 14). Dios conoce nuestra condición vulnerable y mortal (v.15-16), y nos ofrece su misericordia y justicia eternas «a todos los que le temen… a los hijos de los hijos, a los que guardan su alianza y a los que se acuerdan de sus preceptos y los cumplen» (v.17-18). Date cuenta ahora de la perfecta conexión con los textos siguientes: «Temed a Dios y dadle gloria, porque ha llegado la hora de Su juicio; y adorad a Aquel que hizo los cielos y la tierra y el mar y las fuentes de agua» (Ap.14:7).
Estamos llamados a bendecir el nombre de Dios con todo lo que somos (v.1), y esto sólo es posible cuando hay arrepentimiento y entrega total a Su voluntad. Los que aceptan vivir así se guían por la bendita esperanza de que ni siquiera la muerte los separará del amor de Dios, «que está en Cristo Jesús, Señor nuestro» (Romanos 8:38-39). Él dio a su Hijo único para que, mediante la victoria sobre la muerte, pronto pudiera coronarnos «de gracia y misericordia» (v. 4) y renovar nuestra juventud por la eternidad sin fin (v. 5). Como un niño, acepta los cuidados de tu Padre y sé sumiso a él. Recuerda que «si no os convertís y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos» (Mt 18,3). ¡Observemos y oremos!
¡Buenos días, hijos del Padre del Cielo!
Oración: