(Lee al final el estudio un devocional de Salmos 43. Esperamos sea de bendición para ti)
Estudio bíblico sobre el Salmo 43
El salmo 43, como hemos visto, es posiblemente una continuación del anterior salmo 42, un poema que se habría dividido en dos para facilitar su uso en la alabanza del templo. Presenta características tanto de un salmo de lamento como de un salmo de fe. Su estructura es la siguiente: (1) un clamor de liberación al Señor (vv. 1,2); (2) una oración para que el salmista vuelva al templo a adorar a Dios (vv. 3,4); (3) un nuevo clamor de esperanza en El Señor (v. 5).
Explicación y significado del Salmo 43
El significado del Salmo 43 trata del clamor de auxilio del salmista. El salmista escribió como si la mayoría de la gente de su nación se hubiera vuelto contra él. También se refirió a un adversario concreto. Si David escribió este salmo, es posible que lo hiciera cuando huía de Absalón.
En esta oración, el salmista pedía a Dios que le llevara de vuelta a Jerusalén para poder adorar allí a Dios y encontrar refrigerio y alivio. Como se mencionó en los comentarios introductorios sobre el salmo 42, es posible que este salmo fuera la última parte de aquél. Este salmo es el único del Libro 2 (Salmos 42-72) que no tiene título.
Oración de vindicación – (Salmos 43:1-5)
Aparentemente, Dios había abandonado a Su siervo, que confiaba en Su fuerza. Su enemigo tenía ventaja. La luz de Dios es la revelación de Su voluntad que aporta comprensión y vida. Su verdad descansa en Su Palabra, que revela esa voluntad. El salmista rezó para que Dios le guiara a través de Su Palabra y le llevara de vuelta al monte Sión, el lugar donde estaba el tabernáculo de David. Si Dios le devolvía a Jerusalén, prometía alabar a Dios públicamente en el santuario.
El escritor se animó con la confianza de que seguiría alabando a Dios por Su liberación. Por tanto, debía seguir esperando en Él (cf. Salmos 42:5; Salmos 42:11).
Cuando los adversarios nos acusan falsamente, los creyentes podemos encontrar consuelo y aliento en el hecho de que Dios finalmente nos vindicará y nos llevará a Su presencia. Allí le serviremos y le alabaremos.
Devocional:
Entraré al altar de Dios, Al Dios de mi alegría y de mi gozo; Y te alabaré con arpa, oh Dios, Dios mío. (Salmos 43:4)
Este Salmo parece una continuación del Salmo de ayer. El versículo cinco tiene el mismo contenido que los versículos cinco y once del Salmo anterior. El mensaje central del Salmo de ayer era el deseo de ver a Dios. El de hoy es el deseo de estar en el lugar donde Dios habita.
Ciertamente, el salmista sabía lo que quería y la opresión de sus enemigos era algo que le molestaba mucho (v. 2). Un pueblo contencioso, es decir, dubitativo, le angustiaba hasta el punto de cuestionar a Dios por su desgracia (v.2). Al pedir al Señor que enviara Su luz y Su verdad (v.3), el salmista reveló el camino para ser guiado al monte santo de Dios: «Lámpara es a mis pies tu Palabra, y lumbrera a mi camnino» (Sal.119:105); «Santifícalos en la verdad: tu Palabra es verdad» (Jn.17:17).
Sólo en la Palabra de Dios podemos encontrar la luz que nos haga ver, y la verdad que nos santifique. Todos los que desean estar donde está el Señor buscan la iluminación de las Escrituras, y mediante el conocimiento de la verdad están en conexión con Cristo, siendo «transformados a su imagen de gloria en gloria, como por el Espíritu» (2 Cor. 3:18).
No hay resultado en el cielo si no hay esfuerzo por nuestra parte aquí en la tierra. Jesús mismo nos advirtió: «Esforzaos por entrar por la puerta estrecha, porque os digo que muchos tratarán de entrar y no podrán» (Lc.13:24). El esfuerzo que Cristo exige de nosotros no tiene que ver con nuestras obras, amados. No se trata de quién da más estudios bíblicos o acumula más cargos en la iglesia. Se trata de la comunión personal. Las obras externas sólo deben ser el resultado de la obra interna que Dios hace en el corazón. Porque fuimos «creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas» (Ef 2,10).
Presta mucha atención, amado: no tenemos forma de saber cuál es la voluntad de Dios en nuestras vidas si no somos Sus amigos. ¿Qué fue lo que llevó a Enoc a ser trasladado al Cielo? Su intimidad al caminar con Dios (Gn.5:24). ¿Qué llevó a Abraham a ser conocido como amigo de Dios (Is 41:8)? Su fe adquirida por su comunión con Dios (Gn 15:6). ¿Qué fue lo que libró a Daniel de la furia de los leones? Su intimidad con Dios a través de una vida de oración (Dan.6:10).
Por tanto, ser reanimado por la Palabra y mantener una vida de oración establece un vínculo entre la criatura y el Creador que culminará en el breve encuentro con Él: «Entonces iré al altar de Dios» (v.4). Si Dios es tu alegría, si anhelas estar en Su morada, entonces, como el salmista, tienes el privilegio de dirigirte a Él como «mi Dios» (v.4). Con esta maravillosa esperanza en tu corazón, declara ahora mismo: Espero «en Dios, pues aún le alabaré, a Él, mi socorro y mi Dios» (v. 5). ¡Velemos y oremos!
¡Feliz día, amigos de Dios!
Oración:
Señor, concédeme en cada paso que dé, la sabiduría y luz de Tu Palabra, para que ande yo en Tus caminos, siempre glorificándote en todas mis obras. En El Nombre de Jesús, Amén.