(Lee al final el estudio un devocional de Salmos 76. Esperamos sea de bendición para ti)
Explicación y significado del Salmo 76
El Salmo 76 es un poema de alabanza y adoración a Dios que resalta su poder y su juicio sobre las naciones. A lo largo del salmo, el salmista expresa gratitud por la intervención divina en la protección de su pueblo y celebra la grandeza y la gloria de Dios.
Contexto Autoral:
Asaf fue uno de los levitas designados por el rey David para ser director de música en el templo de Jerusalén. Sus composiciones, incluyendo varios salmos, se recopilaron en el libro de los Salmos. El Salmo 76 se encuentra dentro del grupo de salmos que se enfocan en temas de adoración, acción de gracias y la soberanía de Dios sobre las naciones. Aunque no se conoce un evento histórico específico asociado con este salmo, se puede inferir que fue escrito en un contexto en el que Israel había experimentado la protección y el favor divino en medio de situaciones adversas o conflictos.
Resumen del Salmo 76:
El Salmo 76 es un himno de acción de gracias y alabanza a Dios, reconociendo su poder y autoridad sobre todas las naciones. Asaf comienza resaltando cómo Dios es conocido en Judá y su nombre es grande en Israel:
«En Judá es conocido Dios; En Israel, grande es su nombre.»
El salmista se refiere al monte Sion como el lugar donde Dios ha demostrado su gloria y poder. A través de esta referencia, se destaca la conexión entre Dios y su santuario:
«En Salem está su tabernáculo, Y su morada en Sion.»
Asaf continúa relatando cómo Dios ha intervenido en la historia para proteger y salvar a su pueblo. Menciona cómo Dios rompe las saetas y las armas de guerra, lo que subraya su capacidad para anular la violencia de los enemigos:
«Quebraste arcos, escudos, espadas y armas de guerra.»
El salmista enfatiza que Dios es temible y soberano sobre las naciones, y destaca que ningún enemigo puede resistir su ira:
«Tú eres más ilustre y glorioso Que los montes de caza. Los valientes de corazón fueron despojados, Durmiéronse su sueño, Y nada hallaron Todos los hombres de fuerzas no hallaron sus manos.»
Asaf describe cómo Dios se levanta para juzgar y liberar. La tierra tiembla ante su presencia, y su intervención se manifiesta desde los cielos hasta la tierra:
«Desde los cielos hiciste oír juicio; La tierra tuvo temor y quedó suspensa, Cuando te levantaste, oh Dios, Para hacer juicio, Para salvar a todos los mansos de la tierra.»
El salmista concluye con un llamado a la adoración y a cumplir los compromisos hechos a Dios. Destaca cómo incluso la ira de los hombres le rinde honra, y cómo Dios ejecuta justicia sobre los soberbios:
«Haced votos, y pagad a Jehová, vuestro Dios; Todos los que están alrededor de él traigan ofrendas al Temible. El cortará el espíritu de los príncipes; Es terrible a los reyes de la tierra.»
En resumen, el Salmo 76, atribuido a Asaf, es un cántico de acción de gracias y alabanza que exalta la soberanía y el poder de Dios sobre las naciones. Asaf resalta cómo Dios interviene en la historia para proteger y liberar a su pueblo, y cómo su presencia provoca temor en los enemigos. El salmo culmina con un llamado a la adoración y al cumplimiento de los votos hechos a Dios, reconociendo su autoridad sobre los gobernantes de la tierra. Aunque no se especifica un evento histórico particular, el salmo refuerza la idea de que Dios es digno de alabanza y confianza en cualquier circunstancia.
Devocional:
Desde los cielos hiciste oír juicio; La tierra tuvo temor y quedó suspensa. (Salmos 76:8)
Asaf presentó la majestad y el poder de Dios desde la perspectiva de su juicio. Parece que éste era el tema que más interesaba al salmista; el objeto de estudio que más le fascinaba. Al reconocer la grandeza de Dios, su corazón ardía con la expectativa de que se levantaría «para juzgar y salvar a todos los humildes de la tierra» (v. 9). Asaf no veía el juicio como algo que debiera temerse, sino como la acción divina que culminará en la salvación de los justos.
«El Señor odia el pecado, pero ama al pecador». ¿Has oído alguna vez esta afirmación? Es cierta y nos ayuda a comprender mejor la ira de Dios. Fue precisamente el pecado lo que nos separó de Dios (Is.59:2). Como de costumbre, el Señor atravesó el Edén al atardecer, y aunque sabía lo que había ocurrido y cómo Adán y Eva se habían ocultado de su rostro, con una mezcla de ternura y tristeza, preguntó al hombre: «¿Dónde estás?» (Gn.3:9). Desde entonces, por la mancha de la iniquidad, hemos perdido el privilegio de una relación cara a cara con nuestro Creador.
El pecado ha creado una barrera que, de no ser por la intervención divina a lo largo de la historia, el mundo entero habría perecido en las aguas del diluvio. Pero la victoria de Cristo en la cruz del Calvario rompió el yugo del pecado y nos acerca cada vez más al encuentro con nuestro Dios y Redentor. El Señor no desecha a ningún pecador arrepentido, por muy lejos que haya llegado. Su ira es contra el pecado y su originador. A todo niño que se ha escondido por miedo al rechazo, Él le pregunta: «¿Dónde estás?». Y al igual que vistió a Adán y Eva con un «vestido de pieles» (Gn.3:21), quiere vestirnos con las «vestiduras blancas» de la justicia de Cristo (Ap.7:9).
El Señor vendrá a destruir el pecado con «el diablo y sus ángeles» (Mt.25:41), pero todos «los que aran la iniquidad y siembran el mal, lo cosecharán. Con el soplo de Dios perecen, y con el soplo de su ira son consumidos» (Job 4:8-9). E incluso éstos tendrán que reconocer un día: «Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sean la alabanza, la honra, la gloria y el imperio por los siglos de los siglos» (Ap.5:13). Como Asaf, no debemos temer el juicio y la ira de Dios, pues nuestro ilustre y glorioso Señor trabaja incansablemente para devolvernos a Su casa, a una relación cara a cara y eterna. Así pues, ¡vigilemos y oremos!
¡Feliz sábado, «humildes de la tierra» (v.9)!
Oración:
Padre, gracias por cada día transformarme para yo poder ser digno de Ti y vivir por Tu Palabra, dándote la gloria que sólo Tu mereces, en todo lo que haga. Ayúdame a lograrlo cada día. Te lo pido, En el nombre de Jesús, Amén.