(Lee al final el estudio un devocional de Salmos 83. Esperamos sea de bendición para ti)
Salmo 83 – Un Lamento por la Conspiración de las Naciones Contra Israel
Contexto Histórico:
El Salmo 83 se atribuye a Asaf y se clasifica como un lamento comunitario. Es una súplica para que Dios intervenga y libere a los enemigos de Israel. Profundicemos en el contexto histórico que rodea a este salmo.
El Salmo 83 describe una confederación de naciones que conspiraban contra Israel y buscaban su destrucción. El salmista enumera varias naciones y grupos, como las tiendas de Edom, los ismaelitas, Moab, Amón, Amalec, Filistea, Tiro y Asiria. Éstas eran naciones vecinas y adversarios tradicionales del antiguo Israel.
El contexto histórico del Salmo 83 puede remontarse a distintos periodos de la historia de Israel. Es difícil señalar un acontecimiento o marco temporal concreto, pero probablemente refleja un tema recurrente de conflicto y hostilidad al que se enfrentó Israel a lo largo de su existencia. El salmista expresa la angustia y el temor de la comunidad israelita ante la amenaza inminente de sus enemigos.
El salmista pide a Dios que intervenga y derrote a las naciones conspiradoras, como había hecho Dios en el pasado. Las referencias a acontecimientos históricos, como las victorias de Dios sobre Madián (probablemente refiriéndose a la historia de Gedeón en Jueces 6-7) y Sísara (refiriéndose a la historia de Débora y Barac en Jueces 4-5), indican un deseo de intervención divina y liberación.
Resumen del Salmo 83:
El Salmo 83 comienza con una súplica apasionada a Dios por ayuda en medio de una conspiración enemiga:
«Oh Dios, no guardes silencio;
No calles, oh Dios, ni te estés quieto.»
El salmista enumera a las naciones que se han unido en contra de Israel y describe cómo están conspirando para destruir al pueblo de Dios:
«Porque he aquí se alborotan, y los que te aborrecen
Levantaron cabeza.
Contra tu pueblo han consultado astuta y secretamente,
Y han entrado en consejo contra tus protegidos.»
El salmo utiliza una serie de metáforas y analogías para describir a estas naciones enemigas, comparándolas con los enemigos de Dios en la historia:
«Que sean avergonzados y turbados para siempre;
Que sean deshonrados y perezcan.»
El salmista implora a Dios que los humille y los haga conocer su poder y soberanía:
«Que sepan que tú, cuyo nombre es Jehová,
Sólo tú altísimo sobre toda la tierra.»
El salmo concluye con la esperanza de que, a través de la intervención divina, las naciones enemigas sean derrotadas y sepan que Dios reina sobre todas las naciones:
«Sean asolados y turbados para siempre;
Sean abatidos y perezcan.
Y conozcan que tu nombre es Jehová;
Tú solo, Altísimo sobre toda la tierra.»
Resumen General:
El Salmo 83 es un lamento que refleja la preocupación de Israel por una conspiración de naciones enemigas que buscan su destrucción. El salmista clama a Dios por ayuda y protección en medio de esta amenaza. A través de una serie de metáforas y analogías, se describe la hostilidad de estas naciones y se ruega a Dios que las humille y las haga conocer su soberanía.
El salmo destaca la creencia en la supremacía de Dios sobre todas las naciones y la confianza en su poder para proteger a su pueblo. El Salmo 83 es una expresión de la fe de Israel en Dios como su defensor y protector en tiempos de adversidad y conflicto.
Devocional:
Y conozcan que tu nombre es Jehová; Tú solo Altísimo sobre toda la tierra. (Salmos 83:18)
La petición del salmista se expresaba como un clamor para que la justicia divina se abatiera sobre las naciones enemigas. Todos los prodigios que Dios había realizado en Egipto en favor de los hebreos, y todos los milagros y liberaciones durante el Éxodo, habían convertido a Israel en una nación temida y perseguida. A pesar de ser la niña de los ojos de Dios (Sal.17:8), a menudo caían en sus propias trampas. Dejaron de buscar a Dios y de seguir sus mandamientos, y el resultado fue desastroso.
El versículo nueve menciona a Sísara. Este comandante del ejército del rey de Canaán fue derrotado, junto con todo su fuerte ejército, por la poderosa mano del Señor. Israel sufría bajo el yugo de Jabín, rey de Canaán, precisamente por haber dado la espalda a Dios. Tras veinte años de sufrimiento, decidieron clamar al Señor. Dios los escuchó y los liberó, dándoles cuarenta años de paz (Jue.5:31). ¿Lo ves, amado? Veinte años de sufrimiento, pero el doble de paz. Dios tiene más deseos de darnos lo mejor que nosotros de recibirlo. Porque así dice el Señor: «Yo conozco los pensamientos que tengo para contigo, dice el Señor, pensamientos de paz y no de mal, para darte el fin que deseas» (Jer 29,11).
La justicia de Dios está llena de misericordia y, mientras haya una posibilidad de arrepentimiento, utiliza Su justicia como instrumento de salvación, para que busquen Su nombre (v. 16); para que reconozcan que sólo Él es Dios (v. 18). En la experiencia de Elías en el Carmelo podemos vislumbrar un tipo del desenlace del conflicto final, llamado por el Apocalipsis Armagedón (Ap.16:16), cuando la intervención divina se manifieste en respuesta a las oraciones de Sus siervos y el mundo entero tenga que reconocer que sólo el Señor es Dios.
El Señor nos ha llamado a buscarle tanto en tiempos de crisis como en tiempos de paz. «Buscad al Señor mientras se le puede encontrar, invocadle mientras está cerca» (Is.55:6). «Me buscaréis y me encontraréis cuando me busquéis de todo corazón» (Jer.29:13). Cristo volverá pronto para vengar «la sangre de sus siervos» (Ap.19:2). Que Jesús nos encuentre como a Elías y a los siete mil fieles, ¡y Él nos salvará! ¡Velemos y oremos!
¡Feliz día, siervos fieles de Cristo!
Oración:
Señor, Te alabamos reconociendo que eres el Altísimo sobre toda la tierra. Que tu justicia y misericordia se derramen sobre nosotros, y que en ti encontremos refugio y salvación. Te buscamos con todo nuestro corazón, confiando en que nos encuentres y nos guíes en todo tiempo. Permite que seamos testimonios vivos de tu amor y fidelidad, preparados para recibir la gloria de Tus infalibles promesas. En tus manos depositamos nuestras vidas y oramos con gratitud por Tu amor y las bendiciones con las que premias en todo tiempo, a cada uno de Tus Hijos. En El Nombre de Jesús, Amén.»