(Lee al final el estudio un devocional de Salmos 99. Esperamos sea de bendición para ti)
Salmo 99- Alabanza al Señor como Rey de todo lo creado.
El Salmo 99 es parte de la colección de Salmos conocida como los Salmos Reales. Este salmo se destaca por su enfoque en la grandeza y la santidad de Dios. Es un llamado a reconocer y adorar al Señor como el Rey supremo sobre todas las naciones y a vivir en obediencia a Sus mandamientos.
Resumen general del Salmo 99:
El Salmo 99 comienza proclamando la soberanía de Dios: «Jehová reina; temblarán los pueblos» (v. 1). Este versículo establece el tono del salmo al enfatizar que Dios es el gobernante supremo y merece reverencia y adoración. El salmista continúa exaltando la santidad de Dios, diciendo: «Engrandeced a Jehová nuestro Dios, y postraos ante el estrado de sus pies; él es santo» (v. 5). Esto nos recuerda la importancia de reconocer la santidad de Dios y acercarnos a Él con reverencia y humildad.
El Salmo 99 también destaca algunos ejemplos de la fidelidad de Dios en la historia de Israel. Se mencionan los nombres de Moisés, Aarón y Samuel como siervos de Dios que clamaron a Él y recibieron respuesta (v. 6). Estos personajes bíblicos representan la intercesión y la comunión con Dios en momentos de necesidad. Dios respondió a sus súplicas, demostrando Su poder y gracia.
El salmista continúa señalando la importancia de la justicia y la equidad: «Jehová nuestro Dios, tú les respondiste; fuiste para ellos Dios perdonador, aunque tomaste venganza de sus obras» (v. 8). Aquí se destaca que Dios es tanto misericordioso como justo. Perdona los pecados de aquellos que se vuelven a Él en arrepentimiento, pero también trae juicio sobre aquellos que persisten en la maldad.
El Salmo 99 concluye con una afirmación de la adoración a Dios: «Engrandeced a Jehová nuestro Dios, y postraos ante su santo monte, porque Jehová nuestro Dios es santo» (v. 9). Esta es una invitación a adorar a Dios y reconocer Su santidad y grandeza.
Conclusión sobre el Salmo 99:
El Salmo 99 nos recuerda la importancia de reconocer y adorar a Dios como el Rey supremo sobre todas las naciones. Es un llamado a vivir en obediencia a Sus mandamientos y reconocer Su santidad. A través de ejemplos de la fidelidad de Dios en la historia de Israel, el salmo nos anima a buscar a Dios en momentos de necesidad y confiar en Su respuesta.
El Salmo 99 también nos enseña acerca de la justicia y la misericordia de Dios. Él perdona a aquellos que se arrepienten y buscan Su perdón, pero también trae juicio sobre aquellos que persisten en la maldad. Es un recordatorio de que Dios es un Dios justo que actúa con misericordia y justicia.
En resumen, el Salmo 99 nos invita a reconocer la grandeza y santidad de Dios, a adorarle y a vivir en obediencia a Sus mandamientos. Nos muestra ejemplos de la fidelidad de Dios en la historia de Israel y nos enseña acerca de Su justicia y misericordia. Es un recordatorio de que Dios es digno de nuestra adoración y reverencia, y que debemos buscar Su perdón y confiar en Su guía en todas las circunstancias de la vida.
Devocional:
Jehová en Sion es grande, Y exaltado sobre todos los pueblos. Alaben tu nombre grande y temible; Él es santo. (Salmos 99:2-3)
Tres veces exaltó el salmista la santidad de Dios. Tres veces reforzó el atributo divino que significa la esencia de Dios como Aquel que no tiene parte en el mal, que está totalmente separado del pecado. Y cuando avanzamos por las páginas sagradas hasta el último libro de la Biblia, encontramos el mismo énfasis en la santidad del Señor, pero ya no pronunciado por boca de un pecador, sino de seres celestiales y sin pecado, que proclaman continuamente: «Santo, santo, santo es el Señor Dios, el Todopoderoso, el que era, el que es y el que ha de venir» (Ap.4:8).
Se menciona a Moisés, Aarón y Samuel como aquellos que invocaron el nombre del Señor, «clamaron al Señor, y él los escuchó» (v.6). ¿Has sentido alguna vez que tus oraciones no han tocado techo? ¿Que Dios no parece escucharte? ¿Cuál era el secreto de aquellos hombres? ¿Qué hicieron para que Dios les oyera? El versículo 7 nos dice lo siguiente: «… guardaron sus mandamientos y la ley que les había dado». Aquellos tres dirigentes de Israel comprendieron el verdadero significado de proclamar la santidad del Señor: vivir la Palabra con fe y perseverancia. Como está escrito: «Hablad de tal modo y de tal manera, como los que serán juzgados por la ley de la libertad» (St 2,12).
Moisés, Aarón y Samuel eran hombres sujetos a los mismos sentimientos que tú y yo. La diferencia residía en una actitud de sumisión constante a Dios (v. 5) y, en consecuencia, de obediencia a Su santa Palabra. Ser santo no es dejar de ser pecador, sino esforzarse por estar siempre en presencia de Dios a pesar de nuestra condición pecaminosa, reconociendo nuestra total dependencia de la salvación en Cristo, que nos compró a un alto precio.
Si el Señor es santo, si la propia Biblia nos dice que Su ley también es santa (Rom 7,12), y que debemos ser santos como Él es santo (1 Pe 1,16), podemos concluir que la santificación nos acerca a Dios y hace que nuestras oraciones lleguen a Su trono como un olor fragante (Ap 8,4).
Somos completamente indignos de presentarnos ante un Dios que es totalmente santo. Nuestra naturaleza es desdichada, miserable, pobre, ciega y desnuda (Ap 3:17). Sin embargo, nos invita a ser «santos y sin mancha» (Ef 1,4). Y la perseverancia consiste en ser obedientes a Su Palabra: «He aquí la perseverancia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús» (Ap 14,12). Esto no es legalismo. Esto es amor: «Si me amáis, guardaréis mis mandamientos» (Jn 14:15). Ser santo no es ser obediente para salvarse. ¡Él escucha (v.6), responde y perdona (v.8)! ¡Velemos y oremos!
¡Buenos días, siervos del Dios santo!
Oración:
Dios santo, te adoramos y reconocemos tu grandeza. Ayúdanos a seguir tus mandamientos, pues en ellos encontramos vida y bendición. Que nuestra obediencia sea testimonio de tu santidad en este mundo. En El Nombre de Jesús, Amén.