(Lee al final el estudio contextual resumido de este devocional. Esperamos sea de bendición)
Hace unos días revise la noticia de que una de las mas grandes compañías aeronáuticas del mundo, estreno recientente una versión comercial de bajo costo, de un vehículo aereo indivicual, capaz de llevar a sus pasajeros de manera automática a los destinos deseados, con solo ingresar las coordenadas del mismo. El vehículo se apoya en un sistema de posicionamiento global (gps) que a partir del uso de señales de varios satélites puede determinar su localización en cualquier parte del mundo.
Al analizar la lectura, me di cuenta de que realmente la única manera en que la información de traslado de la que se sirve el dispositivo sería util, es si la persona que lo usa cree y luego actua en base a ella para tomar una decisión. ¿Que sucederia si una persona que aborde el vehículo duda de la localización al que este lo llevo y se pregunte: «realmente estoy aqui, se que voy hacia el norte y no hacia el sur como indica este aparato»?.
De la misma manera sucede con Dios. El Señor nos ofrece su guía incondicional y continua mediante su palabra. Nos promete llevarnos a los lugares que requerimos conforme a su voluntad y nos tiende su mano para librar las cargas y obstáculos del camino, siempre y cuando cumplamos una condicion indispensable: Creer en Él de todo corazón.
Y es que la guía del Señor, sólo puede hacerse efectiva cuando confiamos en su Palabra y la obedecemos, siendo conscientes de que su naturaleza de bien reinará siempre, en cualquier disposición que su voluntad tenga para nosotros. Como lo declara mas adelante el salmista: «Encaminará a los humildes por el juicio, y enseñará a los mansos su carrera. Todas las sendas de Jehová son misericordia y verdad, para los que guardan su pacto y sus testimonios» (Salmo 25:9-10).
Recuerda, Dios promete guiarnos, siempre que vayamos por la senda de su palabra y con la confianza en su grandeza: «Jehová te pastoreará siempre, y en las sequías saciará tu alma y serás como huerto de riego, y como manantial de aguas, cuyas aguas nunca faltan» ( Isaias 58:11)
Palabra diaria: Señor, fortalece en mi el don de la obediencia, para seguir con determinación las sendas de Tu palabra. Guiame a continuar haciendo sólida, mi fe en Tu poder y grandeza, que me libra de toda carga y obstaculo y me dirige a los lugares donde debo llegar, conforme a Tu maravillosa voluntad.
Estudio Bíblico Contextual del Devocional de Hoy:
Salmo 25:
El Salmo 25, atribuido a David, destaca por varios aspectos. Es uno de los nueve salmos acrósticos, himnos que utilizan las letras del alfabeto (22 en el idioma hebreo) en secuencia para comenzar cada verso, línea o estrofa. Este canto de David se abre con una frase que se encuentra en otros dos salmos del mismo autor: «A ti, oh Jehová, levantaré mi alma.» (25,1; 86,4; 143,8). La referencia a los pecados de su juventud (versículo 7) puede indicar que este salmo fue compuesto hacia el final de su reinado. Entre las observaciones interesantes de los comentaristas se encuentran la descripción que hace Derek Kidner del himno como un «alfabeto de súplicas» y la sugerencia de Charles Spurgeon de observar cómo el autor intercala oraciones dirigidas al Señor (versos 1-7, 11, 16-22) y meditaciones sobre Dios (versos 8-10 y 12-15). Consideremos el Salmo según esta estructura de cinco partes principales.
La primera oración (versículos 1-7). Sus primeras palabras revelan la confianza de David en Dios, y el resto de esta oración refuerza ese entendimiento. Cuando hablaba de su comunión con el Señor, David no confiaba en sus propias obras, sino en la misericordia de Dios. David comprendió que Dios hace una distinción entre los enemigos traicioneros y las personas que confían en el Señor. Pero no se muestra arrogante, como era la tendencia de algunos religiosos en la época de Jesús (Lucas 18:9-14). David pide humildemente la instrucción de Dios, y está dispuesto a escuchar y aprender (versículos 4 y 5). También pide la misericordia de Dios, rogando al Señor que olvide sus pecados (versículos 5-7). Cualquiera que desee la comunión con Dios necesita mostrar las mismas actitudes: humildad para aprender y conciencia de su necesidad como pecador que carece de la gracia del Señor.
La primera meditación (versículos 8 a 10). Como complemento de la oración que precede a este pasaje, la reflexión de David trata de la instrucción de Dios respecto a los pecadores y los humildes. David no veía a los pecadores como una causa perdida, sino como personas que aún podían beneficiarse de la guía divina. Dios «enseñará a los pecadores el camino» (versículo 8). Los mansos y humildes reciben la dirección que el Señor ofrece. Las personas que reconocen el valor de las enseñanzas que provienen del Señor caminan por el camino de la verdad, recibiendo la misericordia divina (versículo 10).
La segunda oración (versículo 11). Por segunda vez, David suplica al Señor, confesando su pecado y pidiendo perdón: «Por amor de tu nombre, oh Jehová, Perdonarás también mi pecado, que es grande». La base del perdón no es el mérito del suplicante, sino la grandeza del Señor. Mil años después de David, el apóstol Pablo escribió: «Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios» (Efesios 2:8).
La segunda meditación (versículos 12 a 15). Como si reflexionara sobre la circunstancia del hombre perdonado, David habla de los efectos positivos de la sumisión al Señor, llegando al punto mas alto del himno: «La comunión íntima de Jehová es con los que le temen, Y a ellos hará conocer su pacto.» (versículo 14). David demostró su lealtad al Señor en los momentos más difíciles de su vida, cuando se encontró en las trampas. Esos momentos fueron fugaces, pero su fidelidad y su adoración a Dios fueron constantes (versículo 15). Su comentario sobre la trampa introduce el tema de la última oración.
La tercera oración (versículos 16 a 22). David cierra la serie de oraciones con una súplica a Dios para que lo libere de su angustia. En varias ocasiones, David se ha sentido solo en sus aflicciones y, por tanto, alejado de Dios. Busca la presencia del Señor y el alivio de sus tribulaciones, admitiendo incluso que su sufrimiento estaba relacionado con su pecado: «Mira mi aflicción y mi trabajo, Y perdona todos mis pecados.» (versículo 18). Dado que el Salmo fue escrito para el culto del pueblo, David no trata sólo de su circunstancia. Amplía el mensaje de esta última oración para incluir a la nación su necesidad de la gracia de Dios: «Redime, oh Dios, a Israel De todas sus angustias.» (versículo 22).
El Salmo 25 subraya hechos fundamentales de la Escritura, entre ellos: el hombre, pecador, depende de la gracia de Dios para su salvación, y Dios, el Salvador, merece la adoración constante de los hombres.