Un jefe de tribu de los escoceses cayó en la batalla de Sheriff-Muir. Cuando sus soldados vieron caer al jefe, vacilaron un momento, dando una gran ventaja por ello al enemigo. El viejo caudillo al ver lo que acontecía, se incorporó y aunque la sangre manaba de sus heridas, gritó:
-No estoy muerto, hijos míos. Os estoy mirando, y espero que cada uno cumpla con su deber.
Estas palabras sirvieron de estímulo a los soldados, llevándolos a hacer esfuerzos casi sobrehumanos, hasta lograr la victoria.
Así, cuando nuestras fuerzas flaquean y nuestros corazones están apesadumbrados, recordemos que nuestro Capitán no está muerto, sino que en la dificultad nos protege de caer en angustia, nos toma entre sus manos y nos dice: «He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.» (Mateo 28:20)
No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia. (Isaías 41:10)
!!Oh Señor Jehová! he aquí que tú hiciste el cielo y la tierra con tu gran poder, y con tu brazo extendido, ni hay nada que sea difícil para ti. (Jeremías 32:17)