Hace varios años, los periódicos contaron la historia de una anciana que vivía en el sur del Estado de la Florida. Su hogar era una casucha ubicada junto a un pequeño lago. Todos los días iba a sacar agua del lago.
Allí, vivía un cocodrilo. Aunque era un animal peligroso, la señora permitió que él viviera en el lago. Parecía domesticado. Ninguno de los dos odiaba al otro. Vivían en perfecta paz.
Sin embargo, un día, mientras la señora sacaba agua del lago, el cocodrilo nadó sumergido y atacó. Le apretó la mano con su enorme y fuerte mandíbula. Ella intentó librarse del cocodrilo, pero le arrancó la mano. Sangrando mucho, la viejecita logró arrastrarse hasta su casa y pidió ayuda. Finalmente, llegó la ambulancia y fue atendidad.
Al día siguiente, el guardia forestal encontró el cocodrilo en el lago y lo mató.
El guardia forestal informó a los periodistas:
-Los cocodrilos son más peligrosos cuando pierden el miedo a los humanos. Al permitir que permanezca en su lago, aunque usted no lo sepa, le da coraje al cocodrilo para atacar.
La Biblia nos enseña que la paga del pecado es la muerte. Muchas veces pensamos que pequeños e inocentes pecados no nos harán mucho mal, y que podemos dejarlos dentro de nuestra vida, sin que suframos las consecuencias. Sabemos que debemos expulsarlos. Pero terminamos comportándonos como la ancianita de a historia. Como el cocodrilo no nos molesta, vamos acariciando el pecado y él va quedándose. Al final, podrá mordernos y arrancarnos un pedazo de nuestro ser.
El escritor del libro de Hebreos aconsejó que debemos liberarnos de todo lo que impida nuestra progreso, especialmente el pecado que nos distrae. Si no nos libramos de él, quedamos en situación desventajosa; y eso será perjudicial a la causa de Dios.
Hoy, piensa en cuáles son los cocodrilos que viven contigo y ora a fin de que Dios te ayude a eliminarlos, antes de que sea demasiado tarde.
Romanos 6:23
Porque la paga del pecado es muerte, mientras que la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús nuestro Señor.