(Lee al final el estudio contextual resumido de este devocional. Esperamos sea de bendición)
Pero esto digo: El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará. (2 Corintios 9:7)
Una de las maravillas naturales de Israel, la constituye el contraste entre el río Jordán y el Mar Muerto. Las orillas del Jordán están rodeadas de árboles y verdor, pero alrededor del Mar Muerto no hay vida. La razón es que no tiene salida. Cuando el agua se derrama en ese mar, se queda allí. Al final, las sales se acumulan y contaminan el agua.
Esta es una viva imagen de dos planes financieros diferentes. El Mar Muerto es comparable al sistema del mundo, que se basa en la acumulación y preservación de la riqueza. El objetivo es conseguir suficiente para poder tener suficiente, pero este enfoque da como resultado el estancamiento egoísta. Los cristianos que siguen este plan creen, equivocadamente, que es el camino hacia la seguridad. Pero lo que no entienden es que la acumulación hace espiritualmente estériles sus vidas, y pone barreras a las buenas obras que Dios quiere que ellos hagan.
El plan financiero de Dios es como un río en movimiento continuo. Cuando sus provisiones se derraman en nuestras en vidas, las pasamos a otros. Esto da como resultado una vida fructífera centrada en la construcción del reino de Dios. Quizás usted se dio cuenta de que Él promete proveer de “pan al que come” a quienes dan, pero ¿sabía usted que Él también dará “semilla al que siembra” (v. 10)? Él provee suficiente para vivir, y suficiente para dar.
Si usted se convierte en un dador generoso, Dios promete que “aumentará los frutos de vuestra justicia” (v. 10). Hay necesidades en la iglesia y en el mundo que Él quiere atender por medio de nuestra generosidad. Permita que las bendiciones de Dios fluyan a través de usted.
Palabra Diaria: Señor, permíteme, a través de la generosidad verdadera, que las bendiciones que colocas en mi vida, pueda fluir también en la vida de aquellos que me rodean.
Resumen de Capítulo – 2 Corintios 9:
En 2 Corintios 9, Pablo sigue animando a los corintios a contribuir generosamente a la iglesia de Jerusalén. Da varios detalles importantes, sobre cómo debemos dar. Compara nuestra ofrenda con una semilla y dice que nuestra cosecha es proporcional a nuestra siembra.
Esto significa que nuestra generosidad debe ser proporcional a lo que hemos recibido de Dios. Ofrecer debería ser sinónimo de alegría y no de tristeza.
A continuación, el apóstol habla de lo que Dios hace con nosotros gracias a nuestras ofrendas. Dios es bueno y generoso. No es su deseo que suframos daño, sin embargo quiere ver nuestra actitud hacia su reino.
Esquema de 2 Corintios 9:
9.1 – 5: Recomendaciones para la recogida de la oferta
9.6 – 9: Tu ofrenda es tu semilla
9.10 – 15: Lo que Dios hace con nuestras ofrendas
Comentario Bíblico 2 Corintios 9:7:
La ayuda debe darse con generosidad, sea más o menos, no con renuencia, sino con alegría. Mientras algunos desparraman y aun así crecen, otros retienen más de lo que se ve y eso lleva a la pobreza. Si tuviésemos más fe y amor desperdiciaríamos menos en nosotros mismos, y sembraríamos más con la esperanza de un crecimiento abundante. -¿Puede un hombre perder haciendo aquello con que Dios se agrada? Él puede hacer que toda la gracia abunde para con nosotros, y que abunde en nosotros; puede dar un gran crecimiento de las buenas cosas espirituales y de las temporales. Puede hacer que tengamos suficiente en todas las cosas y que nos contentemos con lo que tenemos. Dios no sólo nos da bastante para nosotros mismos, sino además para que podamos suplir con ello las necesidades del prójimo, y esto debe ser como semilla para sembrar. Debemos mostrar la realidad de nuestra sujeción al evangelio por las obras de caridad. Esto será para mérito de nuestra confesión y para la alabanza y la gloria de Dios. Propongámonos imitar el ejemplo de Cristo, sin cansarnos de hacer el bien, y considerando que es más bienaventurado dar que recibir. Bendito sea Dios por el don inefable de su gracia, por la cual capacita e inclina a algunos de su pueblo a dar a los demás, y a otros a estar agradecidos por ello; y bendito sea para toda la eternidad su glorioso nombre por Jesucristo, el don de valor inapreciable de su amor, por medio del cual estas y todas las otras cosas, que pertenecen a la vida y la piedad, nos son dadas gratuitamente, más allá de toda expresión, medida o límite.