El conocido misionero John G. Paton vivía en peligro frecuente mientras trabajaba con los hostiles aborígenes que nunca habían oído el evangelio. En una ocasión, tres brujos, afirmaron que tenían el poder para causar la muerte del misionero, solamente necesitaban alguna cosa que él hubiera mordido. Para desmentir su pretensión supersticiosa, el misionero mordisqueó tres hermosas ciruelas y las entregó a los brujos, que naturalmente no pudieron causar la muerte que pretendían, a pesar de tener todo lo que habían solicitado. Ellos habían afirmado que causarían la muerte de Paton antes del domingo mediante sus embrujos. El misionero se presentó el domingo muy campante para celebrar su culto en el poblado y desacreditar el pretendido poder de los brujos. La declaración de estos fue: “Nosotros poseemos el poder que nos han otorgado nuestros dioses, pero el Dios del misionero existe y tiene más poder que los nuestros”.
Desde aquel entonces, la influencia de Paton creció y pronto tuvo el gozo de llevar algunos de los habitantes de aquel pueblo a la fe en el Señor.
Recordemos las palabras que Dios le dijo a Josué: “Nadie te podrá hacer frente en todos los días de tu vida; como estuve con Moisés, estaré contigo; no te dejaré, ni te desampararé” (Josué 1:5).
!!Oh Señor Jehová! he aquí que tú hiciste el cielo y la tierra con tu gran poder, y con tu brazo extendido, ni hay nada que sea difícil para ti. (Jeremías 32:17)
Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, a él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén. (Efesios 3:20-21)