Palabra:
Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna. (Santiago 1:2-4)
En situaciones apremiantes nuestra vida espiritual puede parecerse a un péndulo que oscila entre la certeza de la fe y la incertidumbre de la duda. Mismo, que estudiemos y nos sumerjamos en las enseñanzas de las Santas Escrituras, somos humanos y nuestros miedos y angustias podrían hacernos pensar de manera diferente.
Sin embargo, la clave de esta situación no reside en si podremos batallar contra estos sentimientos, sino cuándo y cuánto nos mantendremos en un lado u otro. Y es que son tres elementos los que nos permitirán discernir o inclinarnos por alguno de los dos escenarios en cuestión, estos son: el estado de nuestra fe mientras pasamos por la adversidad, el grado de entendimiento y conocimiento que tengamos sobre El Señor, y los aprendizajes que hallamos acumulado con el fracaso o el éxito en pruebas anteriores vividas.
Ante esta situación, podremos responder adecuadamente, creciendo primeramente en fe para luego superarnos en los dos requisitos posteriores, y para ello será importante que:
- Pongamos nuestra total confianza en la naturaleza divina de Dios y su sabiduría.
- Asumamos las dificultades, desde la perspectiva que nos plantean las Santas Escrituras.
- Estemos conscientes y tengamos presentes las promesas de Dios en nuestra situación.
- Reflexionemos en cuanto a la fidelidad del Señor en el pasado, tanto en la Biblia como en nuestra vida.
Una fe estable y sólida será solo resultado de nuestra elección por confiar en El Señor por encima de la sabiduría humana y sus concepciones, y todo ello, porque nuestra visión del mundo es limitada y variable, no siendo asi con las verdades que la Palabra de Dios nos revela.
Mantenerse firme en la adversidad es tener la certeza de que el Señor es fiel y le sacará adelante en cada situación.
Oración:
Señor, que mi confianza repose, no en el conocimiento humano, que es limitado y errático, sino sobre las verdades de Tu Palabra que nos enseñan a confiar en Tu poder perfecto y en Tus promesas infalibles. Amén.