La fe es como una semilla: pequeña al principio, pero capaz de crecer y florecer si es alimentada y nutrida. En la Biblia, se nos dice que la fe es la certeza de lo que se espera y la convicción de lo que no se ve.
Es un compromiso profundo con lo que creemos, una confianza inquebrantable en la promesa de Dios, incluso cuando las circunstancias parecen adversas.
La fe nos permite ver más allá de lo tangible y nos conecta con lo divino, brindándonos fuerza, esperanza y paz en medio de las pruebas.
Es un viaje personal de confianza y entrega, y a medida que cultivamos nuestra fe, experimentamos el poder transformador del amor de Dios en nuestras vidas.