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Fe para caer

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Estaba ardiendo una casa. Todos se habían salvado, excepto un niño, en el segundo piso. La escalera estaba llena de llamas y humo y no había salida sino por la ventana.

–¡Papá, papá! ¿Cómo escaparé? –gritaba el niño.

–Aquí estoy –gritaba el padre– déjate caer, te recibiré en mis brazos; tírate, Carlitos, yo te recibiré.

Carlos salió a gatas por la ventana, pero allí quedó agarrado, porque tenía miedo, sabiendo que era muy largo el trecho hasta la calle.

–Suéltate, déjate caer –gritaba el padre.

–No puedo verte, papá.

–Pero yo si te veo: aquí estoy; ten confianza, suéltate, que yo te salvaré.

–Tengo miedo de caer.

–Suéltate, tírate –gritaban otras voces–, tu padre te recibirá con toda seguridad; no tengas miedo.

Acordándose de la fuerza y del amor de su padre, el niño recobró la confianza y se dejó caer. A lo pocos instantes se halló salvo en los brazos de su padre.

Dios como Padre amoroso, bondadoso y misericordioso nos recoge con sus brazos, cuando nos acercamos con fe a Él. Basta nuestro clamor sincero, que Él atento a nuestras súplicas escucha y atiende.

La provisión de Dios es inagotable, su amor inalterable, y su poder, superior a cualquier fuerza.