«Al entrar él en la barca, el que había estado endemoniado le rogaba que le dejase estar con él. Mas Jesús no se lo permitió, sino que le dijo: Vete a tu casa, a los tuyos, y cuéntales cuán grandes cosas el Señor ha hecho contigo, y cómo ha tenido misericordia de ti. Y se fue, y comenzó a publicar en Decápolis cuán grandes cosas había hecho Jesús con él; y todos se maravillaban» (Marcos 5:18-20)
Estoy seguro de que Dios nos ha dado a todos por lo menos un testimonio de cómo ha tocado nuestras vidas, como nos ha cambiado y como trabaja día a día en nosotros, transformándonos, fortaleciéndonos, obrando en su propósito de bien. En ese proceso El Señor nos pide a cambio una pequeña pero poderosa contribución: compartir esa historia de bendiciones en Él, con aquellos que nos rodean.
Marcos 5 nos muestra una grandiosa evidencia de ese llamado. Mientras Jesús arribaba con sus discípulos en la región de los gadarenos, se encontró con un hombre poseído por demonios, por cuya condición había sido forzado a vivir en un retirado cementerio. Allí daba muestras del terror al que era sometido por tales demonios: no tenía control sobre sí mismo y su fuerza extrema podía romper los grillos y cadenas con los que había sido atado para mantenerlo en calma. Pasaba día y noche entre llanto y gritos hiriéndose a sí mismo en busca de liberarse de aquel tormento.
En el momento en que Jesús tuvo contacto con él, todo ese cuadro cambió radicalmente: los demonios reconociendo la autoridad de Jesús se arrodillaron ante Él y fueron expulsados de aquel hombre. Finalmente su alma había sido sanada y su espíritu era nuevamente libre. Como agradecimiento, pidió acompañar a Jesús y viajar con Él, pero este a cambio le solicitó sólo una cosa: «Vete a tu casa, a los tuyos, y cuéntales cuán grandes cosas el Señor ha hecho contigo, y cómo ha tenido misericordia de ti».
Jesús no esperaba nada a cambio, no quería una retribución material, no quería ser exaltado, no quería reconocimiento de hombre. En ese momento la más grande acción que honraría la tarea de Dios en Él para ese hombre, sería ordenarle dar a los suyos, testimonio fiel de aquella obra de liberación que El Señor había realizado sobre su alma y espíritu.
De esa misma forma, Dios quiere usar nuestra historia, nuestras experiencias, las maneras en que nos ha hablado, las transformaciones que en Él han ocurrido en nuestras vidas, como herramienta para transmitir a otros la grandeza de su presencia, cuidado y misericordia. Con todo lo que Él nos ha dado, esa es una mínima tarea, pero que lo honrará grandemente.
Aprovecha cada oportunidad de brindar a los que te rodean lo maravilloso de contar con la presencia de Dios. Será una de las más bellas formas de agradecerle las infinitas bendiciones que nos brinda cada día de nuestras vidas.
Señor, Dame la sabiduría para transmitir con mis palabras y acciones, el maravilloso testimonio de Tu presencia en mi vida: como has calmado mi alma en la abundancia, como me has levantado en la angustia y el dolor, como has fortalecido mi caracter y mi fe en cada prueba superada. Guíame a ser instrumento de Tu propósito a través de esos testimonios. En Ti confío Señor. Amén.