«Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca. Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo. Por tanto, yo te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego, para que seas rico, y vestiduras blancas para vestirte, y que no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas. Yo reprendo y castigo a todos los que amo; sé, pues, celoso, y arrepiéntete» (Apocalipsis 3:16-19)
Los niños, son una fuente inagotable de sabiduría y sus expresiones nunca dejan de sorprender. Hace unos días mientras llegaba a mi casa, compartí con mis pequeños vecinos dos caramelos que llevaba conmigo. Me sorprendió la reacción del mayor de ellos, que sin mediar palabras lo devoró de inmediato. El pequeño por su parte comió la mitad, y guardó la otra y espontáneamente me comentó: “siempre que me dan algún dulce, me como la mitad y guardo la otra en la nevera, para tener dulces por más tiempo”.
Las palabras del pequeño, a pesar de tratarse de su gusto por tener a largo plazo, dulces para disfrutar, me hicieron reflexionar sobre el valor que le damos a nuestro tiempo y como aprovechamos el mismo, conjuntamente con nuestras capacidades y habilidades, para realizar acciones que tengan realmente un valor duradero.
En las escrituras de hoy, se evidencia como los creyentes de la iglesia de Laodicea, pusieron su atención en valores efímeros, pasajeros, materiales, que la vida puede presentar y obviaron las bendiciones que ofrece Dios, que buscan el alma, renuevan el espíritu y son eternas. En el pasaje, El Señor, vio que habían puesto sus prioridades en el lugar incorrecto, porque su única fuente de satisfacción, eran la cantidad de riquezas que poseían y el orgullo de creerse autosuficientes. Fueron así tildados de tibios espiritualmente y exhortados a decidir, si seguían su camino en búsqueda de las cosas temporales, o si fijaban su mirada en la búsqueda de Dios y el crecimiento de su fe en Él.
Hoy tenemos el mismo desafío. Las voces que nos rodean, pueden llevarnos a fijar nuestra atención, en cómo nos vemos ante los demás, que opiniones ganamos de los que nos rodean y en muchas ocasiones hasta somos tildados por lo que poseemos. No obstante El Señor, nos invita a pensar de forma diferente, a actuar con su bondad y misericordia, llevando a cabo acciones que rindan fruto a su propósito y que en su palabra, llenen nuestro espíritu.
Por ello, vayamos adelante contando con la presencia de Dios, caminemos junto a Él recordando siempre, que los bienes del mundo son temporales, pero que las bendiciones de Dios son eternas y permanecerán siempre con nosotros.
Señor, dame la fortaleza para seguir Tu voz y no la voz del mundo. Permíteme caminar junto a Ti, fortaleciendo cada día mi fe y actuando en otros, con la misma bondad con la que me guías , para ser digno de las bendiciones eternas, que sólo Tu brindas.