Te ruego, oh Jehová, esté ahora atento tu oído a la oración de tu siervo, y a la oración de tus siervos, quienes desean reverenciar tu nombre; concede ahora buen éxito a tu siervo, y dale gracia delante de aquel varón. Porque yo servía de copero al rey. Nehemías 1:11
El desánimo se siente como un gran peso sobre nuestros hombros. Nos roba la motivación, hace que el trabajo sea más difícil y disminuye nuestro disfrute de la vida. Los motivos del desánimo varían: insatisfacción general, críticas de los demás, el no estar a la altura de nuestras propias expectativas, relaciones dolorosas, pruebas continuas, deterioro de la salud y desesperanza en cuanto al futuro, entre otras más.
La situación de Nehemías nos enseña una importante lección en cuanto a cómo manejar el desánimo. Cuando escuchó sobre el mal estado de Jerusalén y la difícil situación del remanente judío que vivía allí, se sintió muy afligido. En su tristeza, Nehemías se dirigió al Señor en oración. Sabía que su gran Dios podía cambiar la situación. En su oración, Nehemías alabó el maravilloso carácter del Padre celestial, confesó su propio pecado y el de la nación, recordó las promesas divinas y presentó su petición.
Cuando nos enfrentemos al desánimo, nuestra prioridad debe ser clamar a nuestro Padre celestial. Pero nuestras oraciones deben comenzar enfocándonos en el Señor, no en nuestros problemas. Una vez que hayamos confesado nuestro pecado y ajustado nuestra perspectiva para ver la grandeza y el cuidado de Dios, entonces estaremos listos para confiar en que Él responderá nuestras peticiones en su tiempo perfecto.
Padre celestial, al igual que Nehemías, ayúdame a buscarte en mi desánimo, sabiendo que solo tú puedes cambiar mi situación. Te alabo por tu bondad y poder. Ayúdame a ver tus promesas y a confiar en que responderás a mis peticiones en el momento adecuado. Fortalece mi corazón y mi fe mientras espero en ti. En El Nombre de Jesús, Amén.