Así que, hermanos, cuando fui a vosotros para anunciaros el testimonio de Dios, no fui con excelencia de palabras o de sabiduría. Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a este crucificado. 1 Corintios 2:1-2
Nuestro mundo proclama la importancia de la autoestima, que es una impresión favorable de uno mismo. No es raro escuchar que una persona que se valora a sí misma logrará mucho. Sin embargo, la Biblia nos advierte que no debemos tener un concepto demasiado elevado de nosotros mismos (Ro 12.3). Debemos tener más confianza en Cristo que en nosotros.
A pesar de sus impresionantes credenciales (Fil 3.4, 5), Pablo sabía que no era competente para cumplir con el ministerio que Dios le dio. De hecho, el pasaje de hoy dice que cuando predicaba el evangelio a los corintios, lo hacía con temor y temblor (1 Co 2.3). Su mensaje no fue entregado con confianza en sí mismo, sino con total confianza en el Espíritu Santo. Y es justo así como deberíamos vivir nosotros también.
Cuando confiamos en el poder de Dios en vez de hacerlo en nuestras propias destrezas, Él produce un valor sobrenatural en nosotros. Incluso en medio de las dificultades, podemos vivir con confianza porque el Espíritu del Dios vivo que mora en nosotros nos permite seguirlo. Él nos dirige y fortalece en cada situación cuando nos humillamos en dependencia de Él.
¿Está usted enfrentando situaciones que le hacen sentir incompetente? En vez de retroceder, considérelas como oportunidades para poner su confianza en el Señor. Puede confiar en Aquel que es su Creador, Redentor y Amigo.
Señor, ayúdame a confiar más en tu poder que en mis propias habilidades. Fortaléceme para seguirte en todas las situaciones, y que tu Espíritu Santo me dirija y me dé valor. Permíteme depender siempre de ti y no de mi propia confianza. En El Nombre de Jesús, Amén.