Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren. Juan 4:23-24
Efesios 2.12 dice que antes de la salvación, todos estamos espiritualmente muertos. Pero cuando una persona deposita su fe en Cristo, se convierte en una nueva criatura (2 Co 5.17). En ninguna parte es esto más evidente que en la vida de la mujer junto al pozo del pasaje de hoy.
Antes de que el Señor Jesús llegara a Sicar, la vida de la samaritana era, por decirlo de alguna manera, bastante difícil. No era del todo bien recibida en su comunidad, como lo demuestra el hecho de que fuera a sacar agua en las horas más calurosas del día, mucho después de que otras mujeres lo hubieran hecho. Es fácil imaginarla caminando con la cabeza agachada y la mirada perdida, esperando conseguir lo que necesitaba sin llamar la atención.
Sin embargo, ella y el Señor Jesús hablaron de una manera directa, una sorprendente desviación de las normas culturales de la época, y lo que Él le reveló lo cambió todo. Después de conocer el agua viva que ofrecía Cristo, ya no huía de los demás. Por el contrario, se dirigió directamente a ellos para compartir la asombrosa noticia (Jn 4.28-30). ¡Qué transformación! La salvación le llegó en el momento en que menos lo esperaba, y lo mismo puede suceder con las personas de hoy en día.
Señor, gracias por recordarme que tu gracia transforma vidas. Al igual que la mujer junto al pozo, necesito tu agua viva para llenar mi ser y cambiar mi corazón. Ayúdame a dejar atrás las cargas y las sombras de mi pasado, y dame la valentía para compartir tu amor con los demás. Que mi vida sea un testimonio de tu poder redentor y de la esperanza que solo Tú puedes ofrecer. Renueva en mí un espíritu dispuesto a buscarte y a reflejar tu gloria. En el nombre de Jesús, amén.