Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu. Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz. Romanos 8:5-6
De los tres miembros de la trinidad, quizás el menos mencionado sea el Espíritu Santo. Sin embargo, Él es igual con el Padre y el Hijo. El primer capítulo de las Sagradas Escrituras nos dice que Él existía antes de la formación del mundo, y que participó en la creación (Gn 1.2, 26). Hoy en día, Él desempeña un papel fundamental en la salvación, el crecimiento espiritual y la capacitación y el fortalecimiento de los creyentes.
En el momento de la salvación, el Espíritu de Dios viene a morar en cada nuevo creyente. Su presencia en nosotros no es algo que tengamos que ganar o adquirir; es un regalo para cada hijo de Dios. Su trabajo es transformarnos a la imagen de Cristo, ayudarnos a entender la Palabra de Dios, reprendernos cuando pecamos, darnos poder para vencer la tentación y para caminar en obediencia a Dios y guiarnos a lo largo de la vida. Cuando nos sometamos a su dirección, recibiremos todos los beneficios de su trabajo en nosotros.
¿Está usted experimentando la plenitud del Espíritu Santo? Aunque nunca se nos prometen circunstancias felices a lo largo de la vida, el Espíritu puede despertar en nosotros gozo y satisfacción, incluso en situaciones difíciles. Si carece de estos, ore por sensibilidad para estar atento a la enseñanza y la dirección del Espíritu Santo.
Señor, gracias por el don del Espíritu Santo, que mora en mí y me transforma a la imagen de Tu Hijo. Ayúdame a ser sensible a Su dirección y a estar siempre dispuesto a seguir Su guía. Que el Espíritu Santo me dé poder para vencer la tentación, caminar en obediencia a Tu Palabra y experimentar la plenitud de gozo y paz que solo Él puede traer, incluso en medio de las dificultades. Guíame a vivir no según la carne, sino según el Espíritu, para honrarte en cada aspecto de mi vida. En el nombre de Jesús, amén.