Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención. Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo. Efesios 4:30-32
Todos, en algún momento, hemos sido lastimados por alguien a quien amamos y en quien confiamos. Cuando sucede, tenemos la alternativa de sentir autocompasión e ira, o perdonar. Perdonar significa renunciar tanto al resentimiento como al deseo de tomar represalias. Hacerlo implica tres pasos importantes:
1. RENUNCIAR A LA ACTITUD GENERAL DE RESENTIMIENTO. Es decir, tome la decisión de no postrarse en su dolor. ¡Esto puede ser difícil! Muchas personas casi parecen disfrutar de la autocompasión o el martirio. Pero usted puede elegir una actitud diferente y dejar atrás su sufrimiento.
2. ABANDONAR LOS SENTIMIENTOS ESPECÍFICOS DE RESENTIMIENTO HACIA UNA PERSONA. Es importante dejar ir la ira que fue provocada por acciones hirientes, y tratar de restaurar la relación rota.
3. DEJAR TODO INTENTO DE RETRIBUCIÓN. Usted no puede perdonar a alguien con sus palabras mientras en secreto le desea un daño. El perdón verdadero busca el bien de la otra persona, no el castigo.
El perdón dice: “Aunque me lastimaste, decido perdonarte. No insistiré en esto, ni permitiré que eso destruya mi vida o mi actitud. No pasaré ni un minuto tramando venganza. Eres un hijo de Dios”. Perdonar de verdad a otra persona es difícil, pero la recompensa bien vale la pena.
Padre amado, ayúdame a perdonar como Tú me has perdonado. Quita de mí toda amargura, enojo y malicia, y llena mi corazón de Tu misericordia. Dame la fuerza para renunciar al resentimiento y para desear el bien de aquellos que me han herido. Que mi vida refleje Tu amor y paz, guiado siempre por Tu Espíritu Santo. En El Nombre de Jesús, Amén.