Guerrero de Dios: El Señor bendice nuestra obediencia

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Porque como pecado de adivinación es la rebelión, y como ídolos e idolatría la obstinación. Por cuanto tú desechaste la palabra de Jehová, él también te ha desechado para que no seas rey. 1 Samuel 15:23

Hoy en día, al referirnos a la palabra sacrificio, pensamos en renunciar a nuestro tiempo o recursos; no en matar a un animal en un altar, ver cómo se derrama su sangre y oler cómo se quema su carne. Pero en el Antiguo Testamento, eso era lo que Dios exigía para la expiación de los pecados de los israelitas. El sacrificio proporcionaba una manera de purificar la mancha espiritual del pecado y restaurar la relación con Dios.

Uno pensaría que lo desagradable de los holocaustos habría hecho que las personas evitaran pecar. Pero los seres humanos siempre hemos sido débiles ante la tentación. Basta con mirar a Adán y Eva en Génesis 3. Dios creó un mundo perfecto, libre de pecado. Sin embargo, sabía que pecaríamos, por lo que nos dio una manera de volver a estar bien con Él, por medio de su Hijo. Por supuesto, nuestro Padre preferiría que no pecáramos, pero Él siempre nos perdona cuando nos presentamos ante Él con un “corazón contrito y humillado” (Sal 51.17).

En Juan 14, Cristo les dijo a sus discípulos: “Si me amáis, guardad mis mandamientos” (Jn 14.15). Amemos a Dios y confiemos en Él lo suficiente como para obedecerlo, manteniendo puros nuestro corazón y nuestra conciencia, y una fuerte conexión con Él.

Señor misericordioso y santo, gracias por tu paciencia y por darnos siempre un camino de reconciliación contigo. Ayúdame a amarte profundamente y a demostrarlo a través de mi obediencia. Que tu Espíritu Santo me fortalezca para resistir la tentación y vivir en santidad, reflejando tu amor en todo lo que haga. Perdona mis fallas y purifica mi corazón para que pueda caminar en comunión contigo. Enséñame a valorar tu sacrificio y a vivir una vida que te honre. En el nombre de Jesús, amén.