Bendice, alma mía, a Jehová, Y bendiga todo mi ser su santo nombre. Bendice, alma mía, a Jehová, Y no olvides ninguno de sus beneficios. Él es quien perdona todas tus iniquidades, El que sana todas tus dolencias. Salmos 103:1-3
Cada vez que los salmistas escribían cánticos de adoración, hablaban de los atributos o acciones específicas del Señor. Estas composiciones poéticas fueron reunidas en el libro que ahora llamamos Salmos, y la colección puede verse como una biografía de Dios, una semblanza que se basa en el lenguaje de la alabanza para describirlo y exaltarlo.
La capacidad de adorar surge del amor por el Señor. Y dado que el amor genuino siempre se cultiva aprendiendo sobre la otra persona, la verdadera raíz de la alabanza es el conocimiento de Dios. A medida que pasamos tiempo con Él en su Palabra, el hecho de descubrir nuevas facetas de su carácter profundiza tanto nuestro amor por Él como nuestra comprensión de por qué merece que lo alabemos.
Además, también aprendemos a conocer al Señor a medida que caminamos con Él. Al observar cómo satisface nuestras necesidades y nos colma de misericordia y compasión, experimentamos su fidelidad y nuestra confianza en Él aumenta. Nuestras vidas se convierten en una demostración de alabanza acumulada por su abundante provisión, su consuelo en momentos de dolor y su intervención durante la adversidad. Pero no solo eso, sino que nuestra transformación se convierte en un testimonio de gratitud por las pruebas y dificultades que Él ha utilizado para moldearnos a imagen de Cristo.
Señor, gracias por tu inmenso amor y misericordia que son renovados cada día. Alabo tu nombre porque eres fiel en todo momento, incluso en las dificultades. Te doy gracias por proveer en mis necesidades, por consolarme en el dolor y por estar presente en cada adversidad. Que mi vida sea un reflejo de tu bondad y misericordia, y que nunca deje de alabarte por todo lo que haces. Ayúdame a conocerte más profundamente a través de tu Palabra, y a confiar en ti con todo mi corazón. En el nombre de Jesús, amén.