Guerrero de Dios: Elegir el amor del Señor

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Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles? Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto. Mateo 5:46-48

Hay mucho acerca del reino de los cielos que no tiene sentido para nosotros. Por ejemplo, el pasaje de hoy dice: “a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra” (Mt 5.39). ¿Quién quiere hacerlo? Y aunque ayer aprendimos que Dios nos ama, también vimos que no hay nada que podamos hacer para ganarnos o merecer su amor. De hecho, ahora vamos a ver cómo extender ese amor a los demás.

Hoy en día se habla mucho de los derechos, pero en vez de centrarnos en nosotros mismos, deberíamos hacer lo mismo que hizo Cristo: renunciar a nuestros derechos para ocuparnos de la causa de un reino santo. En resumen, en vez de enfocarnos en nosotros mismos, deberíamos preocuparnos más por mostrar el amor de Dios a quienes nos rodean, incluso a aquellos que estén haciendo lo malo. Tenga en cuenta que Cristo dijo: «Amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen… Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tenéis? ¿No hacen también lo mismo los recaudadores de impuestos?» (Mt 5.44-46).

Antes de asumir que el perdón y amor de Cristo están fuera del alcance de la humanidad, recuerde que su Espíritu Santo habita en los creyentes. Como resultado, el amor de Dios obra por medio de nosotros. Usted tiene todas las de ganar cuando exhibe el amor y la compasión sin límites del Señor a los demás.

Señor amado, enséñame a amar como Tú amas, con un corazón lleno de compasión y misericordia, incluso hacia quienes me han herido. Ayúdame a reflejar tu gracia, renunciando a mi orgullo y derechos para cumplir con tu llamado a amar a mis enemigos y orar por ellos. Que tu Espíritu Santo transforme mi vida y me capacite para mostrar tu amor incondicional en cada acción y palabra. Hazme un instrumento de tu paz, guiado por tu ejemplo de perfección. En el nombre de Jesús, amén.