Al oír esto los discípulos, se postraron sobre sus rostros, y tuvieron gran temor. Entonces Jesús se acercó y los tocó, y dijo: Levantaos, y no temáis. Y alzando ellos los ojos, a nadie vieron sino a Jesús solo. Mateo 17:6-8
¿Alguna vez ha notado que cuanto más tiempo pasa con alguien, mejor entiende a esa persona? Nuestra relación con el Señor Jesús es similar. Cuando tenemos una conexión cercana con Él, no estamos orando a una deidad fría y distante en algún lugar. En vez de eso, estamos hablando con el Dios que nos ama, nos sostiene y nos moldea a su propia imagen. Eso cambia nuestra manera de acercarnos a Él, ¿verdad?
En el pasaje de hoy, Pedro, Jacobo y Juan fueron testigos de la transfiguración del Señor Jesús y estaban aterrorizados. Aunque la visión debe haber sido impactante, es como si los tres hombres olvidaran por un momento que servían a un rey amoroso y perdonador. Aunque es importante venerar y respetar al Señor, no debemos tenerle miedo. Después de todo, es su gracia y amor los que hacen de Él un Salvador al que vale la pena seguir.
Al acercarse a los tres discípulos que habían caído al suelo, el Señor Jesucristo “los tocó y les dijo: ‘Levantaos y no temáis’” (Mt 17.7). Ese es el tipo de Dios compasivo y personal al que rendimos culto, y debemos tener esa imagen en mente cuando pasamos tiempo con Él.
Si le resulta difícil conectarse con Dios, recuerde que Él le ama, le perdona y se regocija cuando usted lo busca en oración.
Señor amado, gracias por ser un Dios cercano, compasivo y lleno de gracia. Cuando vengo a ti en oración, ayúdame a recordar que me amas profundamente y que te regocijas al verme buscarte. Perdóname cuando olvido tu naturaleza amorosa y me acerco a ti con temor o con dudas. Quiero conocerte más, Señor, y fortalecer mi relación contigo cada día. Toca mi vida como tocaste a los discípulos, y lléname de tu paz cuando enfrente momentos de temor o incertidumbre. Gracias porque puedo acercarme a ti con confianza, sabiendo que eres un Padre bueno y fiel. En el nombre de Jesús, amén.