Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse; porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios. Santiago 1:19-20
La diferencia entre escuchar y hacer parece bastante obvia y, sin embargo, muchas personas no reconocen que no son lo mismo, o el hecho de que ambas deberían estar más relacionadas. Por ejemplo, la relación entre padres e hijos. Los padres dan instrucciones y esperan que sus hijos las cumplan. Sin embargo, todos sabemos que esas instrucciones a menudo no se escuchan o se ignoran.
Piense en cómo se aplica esto a lo que nuestro Padre celestial nos dice. Él nos ha dado su Palabra no solo para que la escuchemos, sino también para que la obedezcamos. No obstante, ¿con qué frecuencia escuchamos sus instrucciones o advertencias, pero no hacemos lo que dice la Biblia? En algunos casos, se trata de que no nos importa lo suficiente como para obedecer; en otras ocasiones, nuestros propios intereses nos alejan de los mandamientos de Dios y nos llevan a nuestros propios deseos.
¿Se limita usted a oír la Palabra, o también hace lo que ella dice? (Véase Stg 1.22). El peligro es que, al no aplicar las palabras de sabiduría de Dios, podemos caer fácilmente en toda clase de búsquedas insensatas. Isaías 53.6 advierte que nuestra tendencia natural es volvernos a nuestro propio camino y extraviarnos como ovejas perdidas. Por eso es esencial escuchar y obedecer a nuestro Buen Pastor cuando nos guía con su Palabra.
Señor, ayúdame a ser no solo un oyente de tu Palabra, sino también un hacedor. Que pueda escuchar tus instrucciones y ponerlas en práctica en mi vida diaria. Guíame con tu sabiduría y mantén mi corazón siempre dispuesto a obedecerte. En El Nombre de Jesús, Amén.