Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres. Colosenses 3:23
El plan de Dios para nosotros incluye obras de varios tipos. No solo debemos ayudar a los demás y participar en actividades relacionadas con la misión; también se espera que cumplamos con nuestros empleadores.
Sean cuales sean las acciones o el temperamento de su jefe, el Señor es nuestra máxima autoridad, y una manera de honrarlo es haciendo nuestro trabajo con integridad. Él espera que, ya sea que trabajemos en las áreas de transporte, tecnología, educación o en cualquier otro campo, llevemos a cabo nuestras tareas con excelencia.
No hacerlo deshonra a Dios. Los empleados perezosos pueden abusar del tiempo de la empresa, realizar sus tareas de manera deficiente o hacer lo mínimo. A menudo, su enfoque está solo en el sueldo. Pero el trabajo no consiste simplemente en recibir un salario; el Señor quiere que sus hijos se superen y hagan de su organización un mejor lugar. Sin duda, estos frutos son una recompensa de por sí, pero Dios también muestra su favor a aquellos de sus hijos que escogen trabajar con diligencia e integridad.
Dondequiera que el Señor nos coloque, es donde debemos trabajar para su gloria. Por tanto, como hijos que queremos agradar a nuestro Padre celestial, demos lo mejor en todo lo que hagamos.
Señor, ayúdame a realizar todas mis tareas con dedicación y excelencia, recordando que trabajo para ti y no para los hombres. Que en cada acción, refleje integridad y esfuerzo, haciendo de mi lugar de trabajo un espacio mejor y más justo. Enséñame a no buscar solo recompensas materiales, sino a glorificarte con mi labor diaria. Permite que mi ejemplo inspire a otros a vivir con integridad y entrega, siempre honrándote en todo lo que hago. En el nombre de Jesús, amén.