Guerrero de Dios: Hacedor de la Palabra

Publicado por

Porque si alguno es oidor de la palabra pero no hacedor de ella, este es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural. Porque él se considera a sí mismo, y se va, y luego olvida cómo era. Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, este será bienaventurado en lo que hace. Santiago 1:23-25

El salar de Uyuni, un desierto de sal de Bolivia, cubre casi 6500 kilómetros cuadrados. Durante la temporada de lluvias, una fina capa de agua lo convierte en el espejo más grande del mundo, tan grande que se puede ver desde el espacio. Crea imágenes sorprendentes con su reflejo del cielo y las montañas circundantes. Pero, como la mayoría de los espejos de agua, no refleja una imagen perfecta.

Un espejo perfecto nos permite no solo mirar nuestro reflejo, sino también ver con precisión. Para vernos como Dios nos ve, Santiago dice que necesitamos la “ley perfecta”, que es otro nombre para la Palabra de Dios. Nuestro reflejo en la Biblia es perfecto en el sentido de que es completo: a la Palabra de Dios no le falta nada. El conocimiento que obtenemos de ella puede prepararnos para vivir con mayor fidelidad.

Ya que oír o saber lo que dice la Biblia no es nuestro objetivo final, tenemos que ir más allá de solo mirarla. Así como el espejo del baño nos muestra si no estamos bien peinados, o si tenemos restos de comida en los dientes, el espejo de la Palabra de Dios no solo nos muestra nuestro aspecto. Nos recuerda cómo debemos vernos, al mostrarnos nuestras fallas. Si nos ocupamos de esas fallas, dejamos que la Biblia nos enseñe a vivir en sumisión a Cristo y, como resultado, seremos bendecidos al hacer todo lo que Dios nos ha pedido.

Señor, gracias por la perfección de Tu Palabra, que es como un espejo que refleja quién soy realmente. Ayúdame a no ser solo un oyente, sino un hacedor de ella, dispuesto a corregir lo que deba ser cambiado en mi vida. Que cada día me acerque a Ti con un corazón dispuesto, permitiendo que Tu verdad transforme mis pensamientos, mis actitudes y mis acciones. Enséñame a caminar en obediencia y a vivir con fidelidad, reflejando Tu amor y Tu gracia. En el nombre de Jesús, amén.