Jehová es mi pastor; nada me faltará. En lugares de delicados pastos me hará descansar; Junto a aguas de reposo me pastoreará. Confortará mi alma; Me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre. Salmos 23:1-3
“¿Cuánto es suficiente?”, le preguntó una vez un periodista a John D. Rockefeller, el primer multimillonario estadounidense. “Solo un poco más”, respondió Rockefeller. Aunque no tenemos los recursos de los superricos, todos nos hacemos la misma pregunta. Nuestro mundo está obsesionado con tener y gastar más. Pero en la raíz de una respuesta como la de Rockefeller hay un malentendido sobre quién provee para nosotros.
David comprendió que Dios era su proveedor. “Nada me faltará”, escribió en el versículo 1 del Salmo 23. En otras palabras, porque le pertenecía al Señor, podía experimentar una vida sin carencias.
Podemos pensar en esto de dos maneras. La primera: esperar que Dios nos dé todo lo que creemos que necesitamos, y cuando no lo consigamos, culpar a Dios o a otros. O, la segunda manera: seguir el ejemplo de Cristo y los discípulos al recibir con gratitud lo que Dios nos ha dado y permitirle que cambie nuestro corazón. De ese modo, incluso nuestras necesidades se rigen por nuestro sometimiento a Él.
La lectura del primer versículo del Salmo 23 debería recordarnos Juan 10.11, donde Cristo dice: “Yo soy el buen pastor. El buen pastor su vida da por las ovejas”. La verdad transformadora del evangelio es que tenemos más que suficiente porque el Señor Jesucristo se dio a sí mismo a nosotros.
Señor, mi buen Pastor, en Ti tengo todo lo que necesito, porque cuidas de mí con amor y provisión perfecta. Enséñame a confiar plenamente en Tu cuidado y a recibir con gratitud lo que Tú me das. Que mi corazón no se afane por lo que el mundo ofrece, sino que descanse en Tu fidelidad. Guíame por sendas de justicia, fortaléceme en los valles y lléname de paz en Tu presencia. Gracias por Tu amor inagotable y por ser mi refugio seguro. En Ti confío, Señor. En El Nombre de Jesús, Amén.