Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante. Hebreos 12:1
Los corredores de un maratón siguen un recorrido demarcado. Pero supongamos que uno de los atletas decide elegir su propia ruta. Todavía corre la misma distancia y fija una línea de meta igual al original, pero atraviesa vecindarios con menos cuestas y parques menos concurridos. Su plan le parece excelente, pero al cruzar la línea de meta, no habrá una medalla ni una cinta esperándole. Eso parece una tontería, ¿verdad?
Pero nosotros hacemos lo mismo cuando decidimos el curso de nuestra vida, en lugar de correr la carrera que Dios establece. Al someternos a su voluntad, hacer lo que Él dice e ir por donde Él nos guía, nos mantenemos en el camino correcto.
Para los creyentes, la “línea de meta” —el cielo— es la misma ya sea que corramos la carrera a la manera de Dios o a la nuestra. Sin embargo, la diferencia es lo que tenemos que mostrar al final de nuestra vida en este mundo. Aparte de cuán grandioso sea el legado que alguien deje, las únicas obras en verdad duraderas y valiosas son las que se hacen para el Señor y en el poder de su Espíritu.
Sin embargo, no importa qué tan lejos nos hayamos desviado del curso, el Espíritu Santo sigue presente. Nos recuerda el camino correcto y nos da poder para volver a él y perseverar. Su ruta está establecida; y lo que tiene que hacer está claro. Corra la carrera que tiene por delante y termine bien (Hch 20.24).
Señor, ayúdame a correr con perseverancia la carrera que has trazado para mí, sin desviarme ni buscar atajos fuera de Tu voluntad. Dame fortaleza para seguir adelante, dejando atrás el peso del pecado y fijando mi mirada en Jesús, el autor y consumador de mi fe. Cuando me sienta cansado o desalentado, renueva mi espíritu y lléname con Tu gracia para seguir adelante hasta el final. Que cada paso que dé refleje Tu propósito y glorifique Tu nombre. En El Nombre de Jesús, Amén.