Gracia y paz os sean multiplicadas, en el conocimiento de Dios y de nuestro Señor Jesús. 2 Pedro 1:2
¿Alguna vez se ha desanimado porque el Señor no cumplió alguna promesa de la manera que usted esperaba? Si es así, el problema no fue la fidelidad de Dios a su Palabra, sino lo que usted entendió de las Sagradas Escrituras.
Primero, no todas las promesas en la Biblia se aplican a nosotros. Algunas de ellas están limitadas a una determinada situación, persona o tiempo. Por ejemplo, cuando Dios les dijo a Abraham y Sara que tendrían un hijo (Gn 17.15, 16), esta fue su promesa específicamente para ellos, no para nadie más.
Segundo, es importante entender que algunas promesas son condicionales. Considere el versículo bíblico que dice: “Deléitate asimismo en Jehová, y él te concederá las peticiones de tu corazón” (Sal 37.4). Esto no es una garantía ilimitada de que Dios le dará todo lo que usted quiera. Hay un requisito: deleitarse en el Señor y desear lo que Él quiere.
Aunque algunas de las promesas del Señor tienen restricciones, hay muchas en el Nuevo Testamento que se aplican a todos los creyentes: el Padre celestial promete que todas las cosas obrarán para nuestro bien (Ro 8.28), que Él estará con nosotros para siempre (He 13.5), y que nos dará una herencia eterna en el cielo (1 P 1.3-5). Podemos afianzarnos a esto con total seguridad porque las Sagradas Escrituras nos dicen claramente que son la voluntad de Dios.
Señor, que viva por y para Tus promesa, y que sea, ello, en todo momento, lo más importante de mi vida. Ayúdame Padre, para que asi sea. Te Lo pido, En El Nombre de Jesús, Amén.