Di a los hijos de Israel: El hombre o la mujer que cometiere alguno de todos los pecados con que los hombres prevarican contra Jehová y delinquen, aquella persona confesará el pecado que cometió, y compensará enteramente el daño, y añadirá sobre ello la quinta parte, y lo dará a aquel contra quien pecó. (Números 5:6-7)
La mayoría de nosotros hemos sentido el dolor de la injusticia. Los bienes pueden ser dañados o robados. Puede que hayamos perdido, por descuido, a una persona que nos ama. En general, ninguna compensación por el sufrimiento es suficiente. Este pasaje, sin embargo, muestra, como parte de la ley de Dios, el concepto de restitución.
Restituir» significa proporcionar una compensación o remuneración por las pérdidas experimentadas por alguien como resultado de las acciones de otra persona. El texto bíblico deja claro que no bastaba con decir «Lo siento, por favor, disculpe». Dios estableció que el culpable debía devolver lo que se había llevado y pagar intereses por lo que había hecho. Confesando la restitución implícita.
No siempre se hace justicia en este mundo imperfecto. En general, no está en nuestro poder exigir y recibir compensación por los daños causados por otros. En la vida futura experimentaremos la justicia perfecta. En las palabras de Isaías: «Todo valle sea alzado, y bájese todo monte y collado; y lo torcido se enderece, y lo áspero se allane.» (Isaías 40:4)
Hasta entonces, debemos estar seguros de que no dañamos a nadie deliberadamente. Pregúntale al Señor si necesitas disculparte y restaurar algo de tu pasado. La alegría y la libertad que produce una conciencia limpia te llevará a un nuevo nivel de intimidad con Dios. No demores más; da ese paso hoy.
Palabra diaria: Señor, Te pido que me muestres si he herido a alguien, y si lo he hecho, cómo puedo arreglar las cosas con esa persona, para que todo esté bien entre nosotros. Ayúdame a pedir perdón. Quiero tener la conciencia tranquila para que nada se interponga en mi cercanía contigo.