Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado. Yo te he glorificado en la tierra; he acabado la obra que me diste que hiciese. Juan 17:3-4
En el huerto de Getsemaní, horas antes de su arresto, Cristo oró por los discípulos: “Santifícalos en la verdad; tu palabra es verdad” (Jn 17.17). Poco después, al ser interrogado por Pilato, el Señor respondió que había venido al mundo para dar testimonio de la verdad. Esto provocó la pregunta filosófica de Pilato que la gente todavía se hace hoy en día: “¿Qué es la verdad?” (Jn 18.37, 38).
El significado de la palabra corresponde a lo que es, no a lo que sentimos o desearíamos que fuera verdad. Podemos evitar la verdad —o diluirla o encubrirla— porque puede resultar incómodo exponer la debilidad o sacar a la luz el pecado.
La verdad es tan importante que se menciona casi 200 veces en las Sagradas Escrituras. De hecho, en los capítulos 17 y 18, que describen las últimas horas del Señor Jesús antes de la crucifixión, la palabra se menciona seis veces. Cuando la verdad pierde su posición suprema en nuestra vida, todo empieza a desmoronarse.
Pero la verdad es algo más que información objetiva o precisa. Es una manera de vivir que elimina las barreras y nos libera para que disfrutemos de la vida abundante que Cristo quiere para nosotros. (Véase Jn 10.10). Él es “el camino, la verdad y la vida” (Jn 14.6), y al seguirlo, descubriremos la clave de la verdadera paz y contentamiento.
Señor Jesús, gracias por ser el camino, la verdad y la vida. Ayúdame a vivir en la verdad de tu Palabra, a no temer exponer mis debilidades y a enfrentar el pecado con valentía. Purifica mi corazón y enséñame a buscar tu verdad por encima de todo, sabiendo que en ella encuentro libertad y paz. Guíame cada día para que mis pensamientos, palabras y acciones reflejen tu luz en un mundo que busca respuestas. Gracias por la vida abundante que prometes a quienes te siguen. En tu nombre, amén.