Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora; porque él dijo: No te desampararé, ni te dejaré; de manera que podemos decir confiadamente: El Señor es mi ayudador; no temeré lo que me pueda hacer el hombre. Hebreos 13:5-6
Hoy día la imagen que tienes de ti mismo es uno de los problemas mayores que enfrenta todo creyente, porque crea falsas dudas, de nuestra tarea y aporte al cuerpo de Cristo. Y por otro lado, Te impide hacer las cosas que Dios quiere que hagas. En lugar de obedecer a Dios, te preguntas: «¿Qué pensará la gente de mí si hago eso? ¿Qué pasará si comienzo a creer en la prosperidad y no tengo dinero? ¿Qué pasará si quiero demostrar tranquilidad pero no tengo paz? ¿Cómo me mirará la gente?»
Si alguna vez has tenido esa experiencia, déjame decirte algo: no importa la imagen que tengas de ti mismo, lo que importa es obedecer a Dios. Cuando se trata de obedecer a Dios, la imagen que tengas de ti mismo no cuenta, y cuanto más pronto la olvides, mejor será para ti.
Pero ¿sabes lo que es irónico? Una vez que hagas eso, tu reputación mejorará. Es curioso, pero cuando dejas de preocuparte por tu propia imagen, esta mejorará. ¿Por qué? Porque entonces cuando los demás te miren, en lugar de ver esa imagen insignificante que tienes de ti mismo, van a ver la imagen del Señor Jesús reflejada en ti.
Por lo tanto, despójate de esa imagen tergiversada que tienes de ti mismo y empieza a cultivar la imagen de Cristo en ti. No te dejes controlar por el temor a lo que los demás vayan a pensar de ti, sino por la fe en lo que Cristo pueda hacer.
Después de todo, Él ha prometido que nunca te dejará ni te abandonará; echa mano de eso; créelo; hazlo. Una vez que lo hagas, descubrirás que no hay nada que temer.
«Señor, ayúdame a olvidar mi propia opinión o la de los demás en cuánto a lo que diga o haga. Que ponga primero en mi vida reflejarte a Ti en todas mis acciones, que de ello, seré el ejemplo que deseas que sea y mi obra dará fruto abundante para Tu honra y gloria. En El Nombre de Jesús, Amén.».