Y les dijo: Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres. (Mateo 4:19)
Cuando Jesús llamó a sus discípulos, ellos dejaron todo al instante y le siguieron. Podríamos pensar que la vida cristiana debió de haber sido más fácil para ellos que para nosotros. Cuando Jesús caminaba, ellos iban detrás de Él. Cuando enseñaba, escuchaban su voz. Al observar su interacción con las personas, aprendían de su ejemplo. Pero ¿cómo vamos nosotros a seguir a Jesús, puesto que Él ya no está en la Tierra? No podemos tocarlo, verlo o escucharlo de la manera que sus discípulos lo hicieron.
Cuando Cristo estaba a punto de dejar esta Tierra, prometió a sus discípulos que les enviaría un Consolador que nunca los abandonaría. En realidad, este Consolador viviría dentro de ellos (Jn 14.16, 17). Hoy en día seguimos a Jesús al escuchar y prestar atención a su Espíritu en nosotros, que es el guía más íntimo que podemos tener.
El Espíritu hace por nosotros todo lo que Cristo hizo por sus discípulos. Él nos guía en todo momento y nos enseña las verdades de Dios. Pero su trabajo en realidad va más allá. El Espíritu Santo nos transforma desde adentro hacia fuera, y nos capacita para servir y obedecer al Señor. Nos ayuda a descubrir la voluntad de Dios para nuestras vidas, y nos da el deseo y la fortaleza para seguir el camino que Él ha dispuesto para nosotros. Todo lo que tenemos que hacer es obedecer.
Para seguir a Cristo debemos ser sensibles a la voz del Espíritu Santo. Cuanto más rendido esté usted a su dirección, mejor se volverá su oído espiritual. Escuchar al Espíritu Santo en oración y lectura de su Palabra es la única manera de crecer en la vida cristiana.
Palabra Diaria: Señor, que no me aparte nunca de Tus enseñanzas, ni de Tus caminos y que pueda encontrarte, si en algún momento llego a perderme.