Sécase la hierba, marchítase la flor; mas la palabra del Dios nuestro permanece para siempre. Isaías 40:8
Jesucristo nos dijo que enfrentaríamos dificultades en esta vida (cf. Jn 16.33). Pero en su gracia, nos dio herramientas para evitar que las pruebas nos abrumaran. Por ejemplo, puso su Espíritu dentro de cada creyente para guiarnos y darnos poder. Nos dio el regalo de la oración, no solo para comunicarnos y mantenernos conectados con Él, sino también para responder nuestras peticiones.
Hoy vamos a centrarnos en otro de sus regalos: la Biblia. La Sagrada Escritura es la Palabra de Dios Todopoderoso. Ella es verdadera. Nunca cambia. Sean cuales sean nuestras circunstancias, la Biblia proporciona un fundamento seguro sobre el cual basar nuestra vida y nuestras decisiones. Contiene miles de promesas, innumerables garantías en las que podemos confiar plenamente. Y podemos convertir las promesas de Dios en oraciones y hacer de ellas el clamor de nuestro corazón.
He aquí un ejemplo. El Salmo 32.8 dice: “Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar; sobre ti fijaré mis ojos”. Podemos orar a Dios con estas palabras, diciendo que creemos que Él nos enseñará y revelará su camino, y que permanecerá a nuestro lado.
Dios es fiel e inmutable, por lo que podemos confiar en sus promesas que nos permiten descansar con confianza y actuar con valentía.
Señor eterno, gracias porque tu Palabra es fiel y permanece para siempre. En medio de las pruebas, ayúdame a recordar tus promesas y a encontrar en ellas fortaleza y guía. Que cada día mis decisiones estén firmemente basadas en tu verdad. Enséñame el camino en que debo andar, y haz que mi fe se fortalezca mientras fijo mis ojos en ti. Confío en tu fidelidad que nunca cambia. Amén.