Guerrero de Dios: Santidad Personal

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¿Cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?. Hebreos 9:14

A veces compararnos con los demás nos hace sentir inseguros, y otras veces despierta orgullo falso. Cuando vemos que otros son mezquinos, egoístas o perezosos, podríamos pensar que somos mejores y que merecemos un lugar en el cielo. En realidad, siempre podemos encontrar a alguien “peor” para sentirnos más santos. Pero en comparación con la santidad perfecta de Dios, toda persona es deficiente.

La verdad es que si vamos o no al cielo tiene poco que ver con nosotros, y todo que ver con nuestro Padre celestial. Él fue quien abrió un camino para que fuéramos justificados, y no fue en respuesta a nuestro comportamiento. De hecho, Dios decidió mucho antes de que naciéramos, antes de que tuviéramos la oportunidad de hacer algo bueno o malo, que nos ofrecería el regalo de la salvación. Pablo escribió a los Efesios que Dios “nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él” (Ef 1.4).

Si usted se encuentra tratando de comparar su santidad con la de otros, o tratando de demostrarle a Dios que es digno, recuerde lo que Pablo escribió en Romanos: “Siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Ro 5.8). Así es como usted sabe que la salvación solo se puede recibir por gracia.

Dios fiel, te agradezco por el regalo inmerecido de la salvación. Ayúdame a vivir en humildad, reconociendo siempre que no se trata de compararme con otros, sino de acercarme a tu santidad. Que mi vida refleje gratitud y reverencia por el sacrificio de Cristo, quien murió por mí aun cuando era pecador. En El Nombre de Jesús, Amén.