Porque todos ellos nos amedrentaban, diciendo: Se debilitarán las manos de ellos en la obra, y no será terminada. Ahora, pues, oh Dios, fortalece tú mis manos. Nehemías 6:9
Cuando nos sometemos a Dios y le permitimos que reconstruya nuestra vida, podemos esperar oposición. Los esfuerzos de Nehemías por restaurar Jerusalén se vieron amenazados por Sanbalat y otros. De manera similar, tenemos un enemigo que intenta desanimarnos y distraernos. Cuando eso sucede, oremos como Nehemías: “Ahora, pues, oh Dios, fortalece tú mis manos” (Neh 6.9).
El pasaje de hoy nos habla de un obstáculo que involucra a Semaías, un israelita que aconsejó a Nehemías que salvara su vida escondiéndose de sus enemigos (Neh 6.10). Este incidente sugiere que incluso las personas a las que pedimos sabiduría pueden a veces obedecer la voz del miedo e ignorar el panorama completo. Una vez Nehemías se negara a escuchar el consejo, sus ojos se abrieron. Entonces vio a Semaías como lo que era: un falso amigo contratado por Sanbalat.
Cuando respondemos al llamado de asociarnos con Dios en la obra de renovación, podemos ceder a la angustia, o prestar atención a la voz que promete: “No te desampararé, ni te dejaré” (He 13.5). El Señor quiere que digamos “no” al miedo. Aunque podemos llegar a sentir desesperación frente el daño a nuestro alrededor y en nosotros, debemos aferrarnos a las promesas de Dios y confiarle nuestra vida a Aquel que hace nuevas todas las cosas.
A medida que buscamos la voluntad de Dios, Él nos proporcionará la sabiduría y fuerzas necesarias para enfrentarnos a cualquier oposición.
Señor, guíame en Tu sabiduría, para seguir cada paso que me acerque a Tu voluntad y a los grandiosos pasos que has preparado para mi vida. En El Nombre de Jesús, Amén.