Aquellos a quienes nunca les fue anunciado acerca de él, verán; Y los que nunca han oído de él, entenderán. (Romanos 15:21)
Muchas veces, cuando leemos sobre el hijo pródigo, nuestra atención se centra en el amor asombroso de Dios, demostrado por el padre en la parábola. Pero hoy quiero que pensemos en nuestra responsabilidad de amar a otros. No importa lo difícil de la situación, Dios ha dado a los creyentes en Cristo la capacidad de responder con el mismo amor.
Libere. A pesar de que tenía todo el derecho a rechazar la necia petición de su segundo hijo, este padre comprendió que el joven ya había abandonado su hogar en su corazón. Puede haber momentos en nuestras vidas cuando lo más amoroso que podemos hacer es también lo más difícil: dar un paso atrás y dejar que un ser querido siga su propio camino. Si usted se resiste y trata de controlar la situación, en realidad puede estar interfiriendo con el plan de Dios.
Espere. Una vez que hayamos liberado, tenemos entonces que esperar con paciencia que el Señor haga su obra en la vida de esa persona. ¿Notó usted que el padre no fue a buscar a su hijo? Aunque sabía que esa necia decisión causaría problemas y dolor a su hijo, eligió confiar en Dios en vez de tratar de arreglar la situación y proteger a su hijo de las consecuencias de su imprudente decisión.
La única forma para poder responder así, es tener confianza en los planes del Señor para su ser querido. Dios ama a esa persona más de lo que usted pueda comprender, y sabe cuál es la mejor manera de llegar a un corazón reacio. Su tarea es velar y orar hasta que Dios haga entrar en razón al pródigo.
Palabra Diaria: Señor, ayúdame a ser instrumento de Tu bondad, hallando formas de llegar a los corazones pérdidos que se crucen en mi camino y hacerlos que puedan abrir su corazón a Tu amor y bondad.