Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro. Romanos 8:38-39
Nuestro Padre celestial quiere que sepamos cuánto nos ama y se preocupa por nosotros. De hecho, el pasaje de hoy dice que nada puede separarnos de su amor. Él lo ha dejado claro por medio de:
LA REVELACIÓN DE SÍ MISMO. Por la Biblia sabemos que Dios nos hizo a su imagen y tiene un propósito para nosotros. El pecado nos separó del Padre celestial, pero Él tiene la solución.
LA PROVISIÓN DE UN SALVADOR. Estábamos atrapados por nuestra naturaleza pecaminosa y bajo una sentencia de muerte eterna: la separación de Dios para siempre. Pero debido al gran amor de nuestro Padre por nosotros, envió a su único Hijo para llevar el castigo que merecíamos (Ro 6.23). Cristo nos rescató del pecado y nos reconcilió con el Padre.
LA ADOPCIÓN DE LOS CREYENTES. Cuando ponemos nuestra fe en Cristo como nuestro Salvador, nos convertimos en hijos de Dios. La separación entre nosotros y Él ya no existe; en vez de ser enemigos, ahora somos familia. El Espíritu Santo que mora en nosotros sirve como evidencia de que pertenecemos a Dios, y como la garantía de su amor inagotable.
El cuidado del Padre por nosotros brilla a través de la cruz: fue por amor que envió a Cristo a morir en nuestro lugar (1 Jn 4.9, 10). Una vez que aceptamos el regalo de la salvación por medio de Cristo, nada puede separarnos del amor de Dios.
Amado Padre celestial, gracias por el regalo del Espíritu Santo que me guía a toda verdad. Hoy te pido que me ayudes a alinear mis pensamientos con los tuyos. Renueva mi mente con tu Palabra, y capacítame para rechazar todo lo que no esté en armonía con tu voluntad. Que tu verdad transforme mi vida y me lleve a vivir en plenitud y obediencia a tu propósito. Dame sabiduría para discernir y fuerzas para aplicar tu enseñanza en mi día a día. En el nombre de Jesús, amén.