«Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas»(Efesios 2:8-10)
Hace unos días observaba un documental, sobre la maravillosa dimensión del sistema solar y los asombrosos descubrimientos que en los últimos tiempos se habían realizado. Uno de ellos constata que existen en la galaxia, alrededor de 40 mil millones de planetas con un tamaño similar al de la tierra. Con esa cantidad de planetas y tomando en cuenta que en el nuestro existen más de 8 mil millones de personas, realmente podríamos sentirnos insignificantes.
Sin embargo, si algo he comprobado a lo largo de la vida es que la unión de los pequeños esfuerzos, hace realidad las grandes voluntades y en ese proceso cada contribución de cada persona es sumamente importante. Como lo dicta la palabra, El Señor ha distinguido a cada persona que habita este planeta como alguien vital, porque ha sido creado a su imagen y semejanza (Génesis 1:27)
Por ejemplo Dios nos ha regalado todo aquello que nos rodea con el fin de que lo disfrutemos y pongamos nuestra esperanza en Él: «A los ricos de este siglo manda que no sean altivos, ni pongan la esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos» (1 Timoteo 6:17). Asimismo nos ha hecho su creación y nos ha dotado con el propósito principal de encaminarnos en las buenas obras (Efesios 2:10) brindándonos para ello su presencia en cada pensamiento, en cada acción que llevamos a cabo (Salmos 139)
Por ello, a pesar de la inmensidad del mundo que nos rodea, no hay razón por la que sentirse insignificante, porque la realidad es que al caminar junto al Señor, realmente todo poseemos. No hay nada mejor que saber que el Dios del universo se encuentra en cada paso, cuidando de nosotros.
Palabra diaria: Señor, gracias por hacer de mí una nueva creación a tu imagen y semejanza y por encaminarme a las buenas obras, brindándome siempre tu presencia incondicional en cada paso que emprendo.