Un maestro en la metáfora cuenta que un día la cera se quejaba:
-¡Esto es increíble! -dijo la cera mientras la llama la hacía caer derretida sobre el papel que había dejado.
-No te preocupes – le dijo el papel-, estoy seguro que todo te va a salir bien.
-¡Jamás había sufrido tanto como ahora! – exclamó la cera mientras seguía goteando.
-Esto no ocurre por casualidad, hay un buen designio tras todo, y ya verás que va a tener un buen fin -replicó el papel.
La cera no pudo responder de inmediato, pero cuando miró hacia arriba tenía una hermosa impresión en el rostro: el sello que se le había aplicado.
-¡Ah, ahora entiendo! -dijo la cera-. Me derritieron para que pudiera recibir esta hermosa y duradera impresión.
Sus sufrimientos ya habían terminado.
No es bueno gemir ni quejarse,
es tan fácil regocijarse.
Cuando Dios la lluvia envía
pienso, ¡esta lluvia es mía!
Dios usa la aflicción en la misma forma que usa la lluvia para el pasto verde.
Debemos ir a la gloria por el camino de la doliente cruz. En ninguna parte se nos ha prometido que volaríamos al cielo en un colchón de plumas, por lo que no debemos desalentarnos cuando el camino se nos presenta áspero, tal como lo transitaron nuestros padres antes que nosotros. -C.H. Spurgeon.
Antes pensaba que los dones de Dios estaban en estanterías puestas sobre la otra, y que mientras más creciéramos en el carácter cristiano, más fácil nos resultaría alcanzarlos. Pero he descubierto que los dones de Dios están en repisas colocadas una debajo de la otra, y que no es cuestión de crecer para alcanzarlas, sino de ir cada vez más abajo. Tenemos que descender siempre para obtener sus preciosos dones. -F.B. Meyer.
Salmo 119:67
Antes que fuera humillado, descarriado andaba; mas ahora guardo tu palabra.