Había una vez una ostra cuya historia cuento, que halló que algo de arena se había metido en su concha. Era tan solo un grano, pero le produjo gran dolor ya que las ostras tienen sentimientos aunque sean tan simples.
Ahora, ¿minimizó ella las ásperas labores del destino que la llevó a tan deplorable estado? ¿Maldijo al gobierno, reclamó elecciones, y demandó que el mar debió haberle brindado protección?
No, se dijo a sí misma mientras yacía en una concha, ya que no puedo removerla, intentaré mejorarla. Ahora los años han pasado, como los años siempre lo hacen. Y llegó a este su destino final: un guisado.
Y el diminuto grano de arena que tanto la había molestado era un hermosa perla preciosamente radiante. Ahora el cuento tiene una moraleja, ya que ¿no es maravilloso lo que una ostra puede hacer con un bocado de arena?
¿Qué no podríamos hacer si tan solo comenzásemos con algunas de las cosas que nos molestan?
Las pruebas que Dios permite en nuestras vidas siempre llevan el propósito de ayudarnos a enfocarnos más en Él y aferrarnos a Su provisión.
Cuando esto hacemos, lo que una vez parecía trágico, se convierte en una experiencia de crecimiento personal que no sólo aclara cada vez más el propósito para el cual fuimos creados y puestos en esta vida sino que también nos permite ayudar a otros en el camino.
¿Por qué no dejar de quejarnos, entonces, y más bien darle gracias a Dios por Su providencia y provisión?
Adelante, hagamos buen uso de las pruebas que vienen en nuestra dirección y que Dios les continúe bendiciendo.
Y le respondió: Yo haré pasar todo mi bien delante de tu rostro, y proclamaré el nombre de Jehová delante de ti; y tendré misericordia del que tendré misericordia, y seré clemente para con el que seré clemente. Exodo 33:19.
Yo sé, Dios mío, que tú escudriñas los corazones, y que la rectitud te agrada; por eso yo con rectitud de mi corazón voluntariamente te he ofrecido todo esto, y ahora he visto con alegría que tu pueblo, reunido aquí ahora, ha dado para ti espontáneamente. 1 Crónicas 29:17.