Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes. (Efesios 4:29)
Señor, clamo a Ti para que perdones esas palabras amargas y duras que pronuncié, sin pensar en las consecuencias, llevado por el rencor, la ira, la rabia y todos aquellos sentimientos ajenos a Ti. Ayúdame Padre, a refrenar mis labios, controlando primero mi corazón ante esas actitudes que no te agradan y bríndame el carácter para, en medio de la dificultad o la injusticia, responder como Tu desearías que lo hiciera.