Querido Padre, ayúdame a resistir la tentación de desobedecerte. No quiero hacer nada que hiciera que mis oraciones no fueran contestadas. Ayúdame a ni siquiera pensar ni actuar de una forma que te desagrade. Deseo hacer sólo las cosas que te glorifican. Capacítame para hacerlas. Quiero vivir de la forma que tú quieres que viva para poder disfrutar todo lo que tienes para mí.
Si en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad, El Señor no me habría escuchado. Mas ciertamente me escuchó Dios; Atendió a la voz de mi súplica. (Salmos 66:18-19)