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Señor, ayúdame a que en este día reconozca Tu presencia en mi vida, para que me abra mi corazón a Tus enseñanzas y para que Tú obres en mí, siendo yo un instrumento para Tu mayor gloria.

«También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar, diciendo: Había en una ciudad un juez, que ni temía a Dios, ni respetaba a hombre. Había también en aquella ciudad una viuda, la cual venía a él, diciendo: Hazme justicia de mi adversario. Y él no quiso por algún tiempo; pero después de esto dijo dentro de sí: Aunque ni temo a Dios, ni tengo respeto a hombre, sin embargo, porque esta viuda me es molesta, le haré justicia, no sea que viniendo de continuo, me agote la paciencia» (Lucas 18:1-5)

Querido Dios, quería solo tomar un minuto y no para pedirte nada sino simplemente agradecerte

Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres… porque a Cristo el Señor servís.

Señor, te doy gracias porque Tú estás aquí, ofreciéndome Tu poder y majestad, Tu amor con el que me consuelas y me fortaleces, para hacer que me sienta seguro y para ayudarme a pasar por cualquier tempestad que pueda aparecer.

Sin profecía el pueblo se desenfrena; Mas el que guarda la ley es bienaventurado. (Proverbios 29:18)