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Padre Celestial, que seas Tú librándome del enemigo y de toda persona que quiera hacerme daño, pues si Tú estás conmigo entonces nadie podrá levantar su mano contra mí. Y si por algún motivo tuviese que superar alguna prueba, dame la fortaleza para salir adelante y avanzar con gratitud por todo lo que Tú me das.

Habiendo purificado vuestra almas en la obediencia de la verdad, por el Espíritu, en caridad hermanable sin fingimiento, amaos unos a otros entrañablemente de corazón puro.

Señor, gracias por proveerme con las fuerzas que necesito para cada prueba que enfrento y por darme las tuyas, cuando las mías ya se han agotado.

Señor, tu presencia bendice mi vida ante cualquier situación. Ayúdame a no olvidarlo, recordando que en la abundancia o en la escasez, en la alegría o en la tristeza,  mi tesoro más valioso es contar con tu amor incondicional.

Nuestro primer milagro del día ocurre cuando abrimos los ojos y nos encontramos con la vida.