Mientras nos dirigíamos a la puerta, se detuvo brevemente frente a un pequeño árbol, tocando las puntas de las ramas con ambas manos.
Cuando se abrió la puerta, ocurrió una sorprendente transformación. Su bronceada cara estaba plena de sonrisas. Abrazó a sus dos pequeños hijos y le dio un beso a su esposa.
Posteriormente me acompañó hasta el carro. Cuando pasamos cerca del árbol, sentí curiosidad y le pregunté acerca de lo que lo había visto hacer un rato antes. «Oh, ese es mi árbol de problemas», contestó. «Sé que yo no puedo evitar tener problemas en el trabajo, pero una cosa es segura: Los problemas no pertenecen a la casa, ni a mi esposa, ni a mis hijos, así que simplemente los cuelgo en el árbol cada noche cuando llego a casa. Luego, en la mañana los recojo otra vez. Lo divertido es,» dijo sonriendo «que cuando salgo en la mañana a recogerlos, no hay tantos como los que recuerdo haber colgado la noche anterior.»
Este buen hombre me hace recordar que tenemos mucho más que un árbol para despojarnos de aflicciones, tenemos al Padre celestial a nuestro lado, quien nos ayuda a llevar la carga por más pesada que ésta sea.
Sólo entrégasela a El.
Salmos 55:22 «Echa sobre el Señor tu carga, y él te sustentará; No dejará para siempre caído al justo.»
Mateo 11:28 «Venid á mí todos los que estáis trabajados y cargados, que yo os haré descansar»