«Pero Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostrar Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra.» (Génesis 12:1-3)
El versículo de hoy fue el llamado del Señor a Abram, en una prueba de fe. Cuando le encomendó: Deja todo y sígueme. Abraham tomó su decisión, la decisión correcta y acertada; se mantuvo firme y aceptó el compromiso, siguió a Dios, no librado de dificultades pero confiado de su compañía y fue bendecido cuando de Él se formó una gran nación.
Dios puede acometer aquello que el hombre juzga imposible, puede abrir puertas que pensábamos cerradas y crear caminos donde no los hay, siendo sólo indispensable un requisito: que nos atrevamos, como Abram, a tener fe.
Dejemos que El Señor nos lleve de su mano, porque aunque el camino parezca desconocido y equivocado en algunos momentos, Él sabe bien por donde llevarnos; Él conoce aquello que es lo mejor para nosotros.
Palabra diaria: Señor, en los momentos en los que me encuentro sin rumbo, sin saber qué camino seguir, recuérdame que a todos tus hijos, das un llamado, apuntas un sendero, diseñas un plan. Ayúdame a encontrar ese camino, y a oir ese llamado que me haces, abre mi corazón y mis oídos a esa verdad, de forma que pueda hallarte Padre. Quiero tener una fe fuerte en Ti; no en mí mismo, en mis capacidades ni en otros; porque se que sólo por Tus sendas encontraré las verdaderas bendiciones para mi vida.