«No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca…» (Juan 15:16)
Todos conocemos bien lo que es la aceptación y el rechazo. Cuando intentaste pertenecer a un grupo en la escuela, cuando aplicaste para un trabajo o cuando participaste en un concurso en el que demostraras alguno de tus talentos. Al ser humano en cualquier momento de su vida lo pueden acompañar los pensamientos: ¿Soy lo suficientemente bueno? ¿Tengo lo que se necesita? ¿Seré elegido? Nuestra cultura tiende a dividir de forma casi recurrente a las personas en dos grupos: los que triunfan y los que fracasan.
Con Dios es diferente. Mientras el mundo nos invita a trabajar por ser elegidos, El Señor nos dice “yo os elegí a vosotros”. No se trata de alguna competencia o elección de popularidad o habilidad, tampoco de una lista de espera, o algún comité juzgando tu accionar o evaluándote. Se trata de Dios conociéndote, cambiándote, trabajando en ti y aceptándote en tus imperfecciones. Se trata de Él haciendo de ti, su elección para siempre.
Dios no elige a los guerreros preparados, prepara a los guerreros elegidos.
Palabra Diaria: Señor guíame siempre y abre mi corazón a Tus enseñanzas para poder servirte cumpliendo el propósito al que me has elegido.