A los ricos de este mundo, mándales que no sean arrogantes ni pongan su esperanza en las riquezas, que son tan inseguras, sino en Dios, que nos provee de todo en abundancia para que lo disfrutemos. Mándales que hagan el bien, que sean ricos en buenas obras, y generosos, dispuestos a compartir lo que tienen. De este modo atesorarán para sí un seguro caudal para el futuro y obtendrán la vida verdadera. (1 Timoteo 6:17-19)
El mundo tiende a determinar como medida de la prosperidad y la felicidad, las riquezas materiales que una persona llega a tener. ¿Será real esa medida de la prosperidad? Las Escrituras nos enseñan que la verdadera riqueza solo puede encontrarse en una vida plena junto a Dios. Sólo Él puede brindarnos los bienes eternos de su amor paternal: Su cuidado, misericorida, bondad y paz. Que nuestro corazón no se canse de buscar al Señor y cosechar sus grandiosos bienes eternos.